Plato fuerte


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Arturo Monroy es un paisajista natural, que desarrolló la técnica de la acuarela en el ejercicio de la captación de la fugacidad de las horas en las cosas. Aprendió a interpretar el instante, la mismísima combustión interna de los árboles en cualquier alameda vecinal, donde la tierra es marcada por la rueda de un ciclista apurado y sin identidad, y a inmortalizar el efecto de las sombras de nube entre las ramas.

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Por: Méndez Vides

En alguna de tales ocasiones primigenias, el artista se rindió fascinado ante la tarde, respirando profundo y experimentando el clima y el espacio, y presenció el descenso de la noche con su bulla de grillos y el surgimiento del espectáculo del firmamento desnudo que produce vértigo, y presintió en su conciencia el giro armónico de las galaxias por el Cosmos en expansión, intuyendo la esencia de la redondez y el sentido de la órbita. Los planetas, vistos desde lejos, son platos distribuidos homogéneamente en la mesa del infinito, como aquellos que empleamos a diario para ingerir nuestros alimentos en la comunión de la olla frijolera, el chile y los granos de maíz. Las tortillas son redondas como platos, y el mito del eterno retorno plantea la circularidad del tiempo en el espacio.

En su cumbre conceptual y madurez artística, Arturo Monroy regresa a su origen de paisajista capturando el firmamento, sujeto a la realidad finita de la mesa, y nos sorprende con una serie ingeniosa de artefactos con esqueleto de hierro, piel de resina, polvo de mármol y pintura automotriz, que son platos en el muro, esculturas en el plano horizontal o vistas puntuales que emanan de galaxias inmóviles en la imaginación, suspendida la dimensión del tiempo. Lo que apreciamos es la inmovilidad de lo que se mueve y gira.

El tríptico de Día, Cielo y Noche nos ubica en el espacio, concentrándose la exposición en la claridad del plato blanco que es como una fracción telescópica de la Vía Láctea en la mesa, donde el planeta Tierra es el frijol oscuro, la Luna es un grano de maíz y tres chiles chiltepes marcan el curso congelado de un cometa. El plato está servido para la vida. Es humanidad y espacio inabarcable, limitado pero sin límite, de movimiento contenido. Y en esa misma ambientación diurna capta el Cielo como un plato azul, despejado y sin nubes donde un frijol blanco es la aparición tempranera de Venus que rota en órbita precisa. Y la Noche es negra, con apenas un elemento blanco del satélite en cuarto creciente, y el frijol de carbón es reposo y sueño en la oscuridad.

La exposición cuenta con piezas espaciales equilibradas, como Encuentro, donde dos chiles chiltepes giran amenazando con una colisión imposible, dada la circularidad que les mantiene siempre distantes, como amores imposibles. Así también destaca el atardecer Anaranjado, de chiltepe, frijol y grano de maíz que jamás chocan, y se aprecia la intuición de la cosmovisión del artista, porque todo gira alrededor de un centro que está en todas partes, sensación que alcanza su plenitud en Celebración de la vida, donde cada elemento gira con respecto a un punto diferente, pero lo que se entiende no es el caos del Universo sino su armonía.

Y también cambia la perspectiva, porque ubicado el artista en el espacio retrata lo que sucede en nuestro planeta, como reflejo del mismo movimiento o intuición de la actividad atómica, en la vista de pájaro de Atitlán, plato de fondo verde que recuerda el clásico mural del mismo nombre del autor, representando el efecto del Xocomil, que atrae tres barcos frágiles de papel, girando alrededor del foco del remolino que los amenaza.

Arturo Monroy se inició dibujando el paisaje próximo, el experimentable, y ahora, en una fiesta creativa de platos, trasciende al plano ideal conectando el Cosmos con la vida doméstica y fugaz.

La muestra estará abierta hasta el día 12 de marzo del presente año en Galería El Túnel, 16 calle 1-01 zona 10 Plaza Obelisco. Los horarios de atención son de lunes a viernes de 9:30 a 19:00 horas y sábados 9:30 a 13:30 horas. Teléfonos: 2367 3266 y 2367 3284.