El Fondo Monetario Internacional, con frecuencia criticado por su indiferencia ante las dificultades sociales que crean las políticas que preconiza, reformó sus prácticas aceptando prestar gratuitamente a los países más pobres, una política cuyo alcance es discutido.
La institución con sede en Washington anunció el miércoles que suspendía el cobro de intereses a los países pobres hasta fines de 2011, aumentando el monto de los préstamos a estas naciones a 17.000 millones de dólares de aquí a 2014.
El director gerente del FMI, Dominique Strauss-Kahn, se congratuló de este «esfuerzo histórico» para ayudar a este grupo de 80 países, cerca de la mitad de los cuales son africanos, a atravesar la peor crisis en medio siglo.
«Por primera vez en su historia, estamos con un FMI que presta a tasa cero a países que son países pobres», y esto «alivia mucho sus presupuestos», según él.
«Es un paso importante, aunque se haya necesitado tiempo para llegar a ello», destaca Mark Weisbrot, del Center for Economic and Policy Research, grupo altermundista y crítico virulento de la institución multilateral.
Tanto en períodos de crecimiento como de recesión mundial, estos países pobres son clientes habituales del FMI «desde su acceso a la independencia y de los shocks petroleros de los años 1970, que los afectaron fuertemente», recuerda Adam Lerrick, analista del American Enterprise Institute, un centro de investigación conservador de Washington.
Africa concentra la mitad de los países beneficiarios de la ayuda del FMI pero recibe solamente una parte minoritaria del total de sus préstamos.
Los 17.000 millones de dólares puestos a disposición de los países pobres, contra 1.000 millones prestados en promedio anualmente entre 2006 y 2008, y los 3.000 millones desde comienzos del año, representan una parte menor de los recursos disponibles del Fondo. Por el contrario, Ucrania obtuvo casi la misma suma (16.400 millones) en noviembre, en el marco de un préstamo a dos años.
Weisbrot considera el monto destinado a los países pobres «realmente minúsculo comparado con los centenares de miles de millones de dólares obtenidos para salvar a los bancos de Europa del Este».
«El FMI no está solamente para mantener la estabilidad económica y financiera mundial, sino también la de todos sus Estados miembro», estimó Edwin Truman, economista especializado del FMI, que ha aconsejado al Tesoro estadounidense antes de la cumbre de países industrializados y emergentes del G20 en Londres en abril.
«Prestar a los países pobres no es la función del FMI», le replica Lerrick, sino «del Banco Mundial y de los bancos regionales de desarrollo».
Para financiar su programa, el Fondo planea vender 403,3 toneladas de oro, equivalentes a un octavo de sus activos.
La imagen de la institución para numerosos países sigue siendo la de un club de países ricos que intenta imponer su doctrina económica y medidas socialmente injustas. El FMI responde con frecuencia que no solamente ayuda a los países que enfrentan grandes dificultades sino que ha cambiado y se preocupa mucho por los «más vulnerables».
Según Weisbrot, esas críticas no desaparecerán: «si se estudia en detalle los préstamos en vigor actualmente, se constata que siguen sin favorecer el desarrollo ni la protección de la agricultura local», afirmó.
El Fondo Monetario Internacional publicó ayer previsiones que advierten que la deuda pública de los países desarrollados alcanzaría en promedio 120% de su Producto Interno Bruto en 2014, o 40 puntos más que antes de la crisis económica.
Los datos figuran en un «Informe de seguimiento presupuestario multinacional», que advierte a los países que deberán hacer un esfuerzo consecuente de reducción de sus déficits a mediano plazo.
Como consecuencia de la necesidad de sostener a la economía y al sector financiero «los déficits presupuestarios y la deuda pública están en fuerte aumento en numerosos países», constata el Fondo.
El nivel medio de deuda en el grupo de países ricos y emergentes del G20, que se situaba en 62,4% del PIB antes de la crisis, pasó a 82,1% en 2009 y alcanzaría 86,6% en 2014.
Limitándose a los países desarrollados, esa proporción pasaría a 78,8% en 2007, a 100,6% en 2009 y 119,7% en 2014.
«Aunque la política presupuestaria debe continuar sosteniendo la actividad hasta que la recuperación se produzca, son necesarias estrategias claras para restablecer los equilibrios presupuestarios a mediano plazo, cuando la coyuntura mejore, y asegurar que la solvencia se mantenga», subrayó el Fondo en un comunicado.
El FMI, que había llamado a los Estados miembro a poner en práctica planes de reactivación, los exhorta desde hace varios meses a considerar seriamente el retiro de esas medidas excepcionales después de 2010.
«Sin tales estrategias, la suba de los tipos de interés y de las primas de riesgo podría socavar la eficacia de las medidas de reactivación. Pocos países formularon sin embargo las políticas necesarias a mediano plazo con un nivel de detalle apropiado», explicó el Fondo.
Numerosos economistas consideran que si bien los gastos públicos sirven para detener la caída del crédito y del gasto privado durante la crisis, el mantenimiento de un déficit fuera de control podría desestabilizar la economía más adelante.
Al ser interrogado sobre el nivel de deuda deseable, un responsable del informe respondió en conferencia telefónica que no había «ninguna cifra mágica» y que la tendencia de la deuda importaba más que su nivel.
«Queríamos ser concretos y dar una ilustración de lo que esto exigiría como ajuste presupuestario si se quisiera volver al nivel anterior la crisis», añadió.
«El hecho de recuperar las rentas fiscales cíclicas y de no renovar la reactivación presupuestaria reducirán los déficit, pero será insuficiente para compensar la reciente suba de la deuda pública», indica el informe.