A propósito del diputado arzubiquista que “escribía†para La Hora, cuyo nombre no vale la pena recordar, quien se fusiló un escrito aparecido en Argentina, sería imposible seguir las huellas, sólo en materia de artículos periodísticos, a cuantos textos sufren de apropiación indebida total o parcial sin entrecomillarlos o citar fuentes. En el incidente aludido el plagiario reconoció su “culpa intelectual†sólo porque fue descubierto en ese caso específico, como suele suceder con todo trasgresor incurable, porque si no hubiera seguido saludando con sombrero ajeno, eso es seguro.
Hay plagios en la composición musical, la pintura y la literatura, la arquitectura y el cine, la ciencia y la técnica, la política y la filosofía, la moda e incluso el deporte. “Simples†ideas y obras concretas son vulnerables de tomarse prestadas o cambiar de inventor. Un estilo, una manera, un modo, una forma peculiar o con cierta originalidad puede invitar o incitar a imitarse.
Conozco el caso obvio y evidente, en buena medida, de un mi apreciado vecino que imita de manera estudiada –no diré si bien o mal—todo el estilo periodístico-columnístico del finado Marco Augusto Quiroa en sus conocidos escritos de “Shute ques uno†y “Póquer de Asesâ€. El remedo va desde frases enteras a giros, modismos, provincialismos, expresiones de habla popular, vulgarismos, con una clara intención jocosa, pero ya sin la maestría genuina del Quiroa devenido en columnista al margen de su obra pictórica y cuentística, entre otras gracias que tuvo.
Aparte son las influencias, más o menos inevitables, debidas a las lecturas y a las tradiciones; toda la materia prima ilustrada, ajena, que nutre la propia cultura, y que en cualquier momento transpira por los poros de un texto cualquiera.
La imitación instalada y posesionada es un plagio de largo aliento, de dimensiones biográficas; un préstamo de talento o ingenio no concedido pero de todos modos para ser pagado más allá de la muerte. Una larga parodia, podría decirse, a manera de homenaje, no precisamente espontáneo, hacia quien es tan digno de ilimitada admiración.
De lo genuino a lo auténtico. El proceso es así: el auténtico asesina al genuino, se apropia de sus genes originales. Pero pocos lectores saben distinguir una imitación, por buena que sea, del original, y éste de un origen que no existe…
Con todo, Perogrullo es el indiscutible autor más plagiado de la historia, en especial por los analistas políticos, dicho sea con el mayor respeto.