«Plácet» significa «aprobación, especialmente la respuesta favorable que da un gobierno cuando otro le propone como representante diplomático a determinada persona». Se dice, el embajador recibió el plácet del gobierno que es sinónimo de beneplácito, de aprobación, permiso o complacencia.
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En nuestro país, cada día y poco a poco se relajan las normas diplomáticas. Evidencia de ello es que, sin haber solicitado, mucho menos que se haya obtenido el plácet o beneplácito, públicamente se diga «se enviará como embajador a Juan Luis Florido ante el gobierno de Chile».
El hecho de expresar públicamente que se enviará a una persona como embajador extraordinario y plenipotenciario, sin haber solicitado y recibido el plácet, es una enorme falta de respeto hacia el país donde se pretende acreditar a la persona. ¿Cuál puede ser la actitud del gobierno ofendido? Uno, ignorar la solicitud; dos, sugerir confidencialmente que no se solicite el beneplácito y así evitar un innecesario rechazo provocado por la falta tan severa cometida al expresar públicamente que la persona sería enviada como embajador de forma tan inapropiada.
El Ministerio de Relaciones Exteriores es una cartera enormemente delicada porque -aunque internamente no se perciba- es la cara externa de nuestro país ante la comunidad internacional; por ello, los Ministros y los Viceministros deben ser personas cuidadosa y acertadamente seleccionadas.
Durante los primeros años del gobierno de í“scar Berger, se colocó al frente de la Cancillería a Jorge Briz, igual que se colocó a Marco Tulio Sosa, por segunda vez al frente del Ministerio de Salud; ambas personas de absoluta confianza de la cúpula económica, fueron un fracaso de la misma manera que como socios fundadores del Banco Empresarial y llevaron a ese banco a perder Q632 millones que el Estado tuvo que compensar de los impuestos para que los depositantes no perdieran sus ahorros e inversiones aunque ellos todavía no aclaran las triangulaciones y apropiaciones que indebidamente sucedieron.
Briz, como Canciller fue desacertado y muy criticado por desconocer el Derecho Internacional, las normas diplomáticas protocolarias y permitir que ciertos embajadores nos faltaran el respeto. Menos mal que ahora Haroldo Rodas, después de reunirse con el Presidente, expresa públicamente que «la estructura de la Cancillería permanecerá sin modificaciones», refiriéndose a que no hay nombramiento en perspectiva, como embajador, de Juan Luis Florido. Declaración que hábilmente rectifica la inadecuada manifestación pública que indicó que el ex Fiscal General sería enviado como embajador.
Los que hemos actuado en política sabemos que como vulgarmente se dice, a veces hay que dar a alguien un puente de plata para lograr un objetivo. Esto puede hacerse sin vulnerar las normas diplomáticas. Es más, entre llenar todos los requisitos para que alguien sea embajador, darle la calidad de persona de confianza y representante del Jefe del Estado, que en este caso lo más probable es que no la tuviera, es menos inadecuado mandarlo de cónsul a San Francisco, ciudad donde indudablemente Juan Luis Florido hubiera estado mucho más a gusto, mucho más en su ambiente, donde hasta podría «feliz y legalmente» casarse, pero no ofender a un país que merece todo respeto.