Pititanga color rojo y camisa lila tirando a olvido


Por un poquito más pido auxilio a uno de los miembros de la filial en Guatemala de la Real Academia Española. También estuve a punto de buscar al Saltador de Caracoles, conocido en el mortal ambiente de tejedores de petate con el alias de Renhé Leyba, columnista de La Hora y preclaro escritor, crí­tico literario, analista polí­tico y camotudo peatón de la zona 5.

Eduardo Villatoro

Ya habí­a buscado en los diccionarios que tengo a la mano y consultado a un cachimbazo de amigos, cuyos nombres no menciono para no poner en evidencia su crasa ignorancia en materia semiológica. Casi llamo a Ramiro Mac Donald, experto en la materia, pero como no sé su número de teléfono me privé de escuchar su cantineadora voz.

Finalmente, opté por consultar con uno de mis hijos. A todo esto ya habí­a transcurrido más de una hora y yo estaba urgido de enviar este sesudo artí­culo a La Hora. Manuel José, llamado familiarmente El Peque, me hizo la campaña de explicarme que «pititanga» es una especie de calzón femenino -por supuesto- que casi no deja nada a la imaginación. Algo así­ como el «hilo dental» que en vez de traje de baño utilizan algunas recatadas mujeres en playas, balnearios y piscinas.

¿Y a qué viene tanta bulla por un simple nombre? dirá más de alguno de mis incrédulos lectores, posiblemente intrigado por los tres párrafos previos que he dedicado a esa palabreja. Se lo explicaré. Quizá usted se recuerde que hace pocos dí­as fue pillado por astutos fiscalizadores de la Contralorí­a General de Cuentas un funcionario de Estado, al descubrir que estaba cobrando dos sueldos a la vez. Uno de ellos en su amelcochada calidad de Secretario Privado del Vicepresidente de la República, y el otro en su carácter de ceñudo Delegado del vice Rafael Espada en el Plan Trifinio. Un doblete que legalmente está prohibido, pero como en esta vida nada es imposible, menos en las esferas gubernamentales, el burócrata hizo la cacha.

El caso es que también se detectó que el galante funcionario presentó varias facturas cargadas al presupuesto de la Vicepresidencia, y entre las cuales aparece un garrapateado documento que señala que el secre del vice adquirió una pititanga roja de talla pequeña por valor de Q293. Para hacer juego con esa sensual y minúscula prenda de vestir en ocasiones muy especiales e í­ntimas, el pecador apasionado también compró, a costillas del erario público -desde luego- un par de cajas de cialis de 20 miligramos, que se utiliza contra la disfunción eréctil, para no correr el riesgo que a la mera hora de observar detenidamente a la chica con su pititanga carmesí­, el furtivo apéndice viril del fatigoso funcionario no cumpliera con su erótico, pí­caro y endurecido cometido. Estas cajitas de alzáfalos o en estado blando tienen un costo de Q649.20, según se consigna en la factura.

Cae de su peso que el señor Secretario no iba a presentarse todo trasudo a la cita con la afortunada poseedora de la pititanga, de tal manera que para hacer honor a los dos cargos públicos que ostentaba, hizo el sacrificio de adquirir una camisa marca Pierre Cardin, aunque el informe no señala con precisión si también era o es de color rojo o de tinte lila tirando a olvido y a cortina de recóndito hotel casero.   

   

¡Todo por una pititanga!

(Un avezado mujeriego le pregunta al pudibundo Romualdo Tishudo: -¿A qué se parece el afilado cuchillo que lleva Tarzán entre los dientes cuando se lanza entre los árboles. -No sé -dice mi amigo. El donjuán repone: -Al hilo dental que luce una chica en la playa).