Con una exposición que reúne 180 obras del genio de la pintura Pablo Picasso, Roma celebra la magnífica creatividad del periodo de entreguerras del artista español, ícono del arte moderno del siglo XX.
Las obras expuestas en el céntrico museo Complejo del Vittoriano, entre ellas óleos, grabados, dibujos y esculturas, provenientes de numerosos museos y colecciones privadas, fueron realizadas entre 1917 y 1937, un periodo particularmente fértil, marcado por la mezcla de estilos, desde el cubista y neoclásico hasta el surrealista.
«A partir de 1917 Picasso deja de descartar estilos e inventa cada día uno nuevo sin eliminar los precedentes», explicó Yves Alin Bois, curador de la exposición y profesor de historia del arte de la Universidad de Princeton, en Estados Unidos.
Bajo el subtítulo «El arlequín del Arte», Roma recuerda también su viaje a Italia y en particular su estadía en Roma entre el 17 de febrero y 2 de mayo de 1917, cuando era un artista renombrado, para ilustrar los trajes y la escenografía de un espectáculo teatral de su amigo el poeta Jean Cocteau en el Teatro de la Opera.
La exposición se abre con varios óleos del personaje cómico de la antigua comedia italiana, metáfora de la libertad creativa, entre ellos el espléndido «Arlequín» abstracto realizado en 1927, propiedad del Metropolitan Museum de Nueva York, y el cubista «Arlequín músico» de 1924, del National Gallery of Art de Washington.
«Quise ante todo mostrar la diversidad de Picasso», cuenta Bois, cuya selección de obras resulta no sólo eficaz sino impactante, gracias a los préstamos concedidos entre otros por los tres grandes museos dedicados al artista catalán, el de París, Barcelona y Málaga.
«Lograr los préstamos de Arlequín fue algo muy difícil», admite el curador, quien seleccionó también un Arlequín neoclásico del Museu Picasso de Barcelona, un retrato formal al estilo de los realizados en el Renacimiento.
Además de la figura del arlequín en Picasso, que representa su alter ego y su irreprimible cultura mediterránea, la muestra presenta una serie de «corridas» y de óleos de mujer, entre ellos el célebre retrato «Mujer con sombrero» (Marie-Thérí¨se Walter, madre de su hija Maya), pintado en 1934, en el que distorsiona su figura sensual sobre un fondo amarillo y consolida el «estilo Picasso».
Para mostrar su capacidad de trabajar con estilos diferentes, la exposición se cierra con la serie de 100 grabados realizados para su marchante Ambroise Vollard entre 1930 y 1937 y conocidos como la «Suite Vollard», los cuales pasaron a la historia del grafismo mundial.
En esas planchas Picasso juega con todas las influencias, con Rembrandt, el minotauro, el escultor y su modelo y ofrece una visión de su volcánica fantasía, de su saber artesanal, de su deseo de experimentación y espíritu de libertad y, en sustancia, de la metamorfosis de la creatividad.
La exposición, que fue inaugurada el viernes por el presidente de la República Giorgio Napolitano, abrirá el sábado sus puertas al público y se clausurará el 8 de febrero del 2009.