Quiero pensar en algo agradable, que alivie el dolor de ver masacrada a mi Guatemala. Cierro los ojos y abro la oscuridad de mi ser, para encontrar dentro de mí la respuesta, que despierta no hallo.
Rosana Montoya / A-1 397908
rosana.montoya@yahoo.com
Y desde las profundidades de mis recuerdos, imagino los caminos que me llevaron algún día a conocer las frondosidades de aquellos departamentos siempre olvidados por las autoridades y por el resto de Guatemala. Quiero pensar que se debe a la lejanía. No es necesario que busque el álbum de fotos para descubrir hoy sus tierras deforestadas. Fueron ellas, las tierras deforestadas, por la venta indiscriminada de maderas preciosas a México, en la que todos los presidentes guatemaltecos han lucrado. Beneficios que van directo a sus bolsillos, sin rendir cuentas a nadie, de las tajadas que reciben en dólares de concesiones extranjeras. Fueron ellas, las tierras olvidadas, las que se bebieron con ansia la sangre que por segundos anegó sus dominios durante el tiempo que duró el sacrificio de 27 humanos, decapitados con sierra eléctrica, como en las películas de terror. Y no me refiero a los sacrificios humanos que en alguna época ofrecieron los sacerdotes mayas a los dioses, desde la cúspide de magníficas edificaciones, que aún dan testimonio de tiempos mejores. Como una oración, entregaban el corazón de sus más aptos guerreros, que como incienso subía al cielo para agradar a los dioses, implorando a cambio no ser privados del vital líquido, que caía del cielo transformado en lluvia bendita, para continuar coexistiendo en las tierras de sus antepasados que, al final, hubo de abandonar la raza de la que descendemos todos los guatemaltecos. La diferencia del sacrificio humano, del ayer y hoy, es la manera como la sangre es vertida. Durante esta administración gubernamental, entregada al culto de intereses personales, apoyada en el narcotráfico, donde los mismos Zetas hicieron un comunicado radial en Cobán, Alta Verapaz, en el que advertían al presidente Colom que la seguridad nacional sería afectada, si no cumplía con el trato hecho entre caballeros, nunca mejor dicho, lo digo por el segundo apellido del presidente Colom Caballeros. Refrescaba, el comunicado, la memoria del ingeniero Colom, al recordar el contrato en el cual Colom recibió multimillonarias transferencias en dólares. Apoyo económico directo a la vena aorta, que revitalizó la interminable tricampaña preelectoral, que al final culminó en la primera magistratura de un Presidente Constitucional de la República de Guatemala, comprado a la medida de las necesidades de los narcotraficantes. El trato era, facilitar un corredor, donde la droga proveniente de Colombia, Venezuela, Ecuador, se deslizara como mantequilla hacia su próximo destino, México. El Gobierno mexicano también puso su granito de arena, aportando el costo total de la construcción de una autopista que une ambas repúblicas, para que ruede y corra la droga en días nublados, donde no puedan despegar las avionetas que cruzan el cielo patrio, con plena autorización del Presidente de Guatemala y de México. Y al final nos encontramos con un gobernante que fue respaldado por el voto democrático, que en mala hora lo hizo Presidente Constitucional de la República de Guatemala. Este gobierno ha causado más bajas durante los tres y pico de años de su gobierno, que los 36 años que duró el conflicto armado donde los protagonistas fueron los comandantes guerrilleros, hoy asesores presidenciales y en defensa de los valores vitales, el Ejército de Guatemala, hoy diezmado, a pesar de haber ganado.