Petén Itzá, Amatitlán y Atitlán


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«No se aprecia el valor del agua hasta que se seca el pozo.» Proverbio inglés.

En las últimas semanas los vecinos de la isla de Flores, en el centro del Petén, han visto como las aguas del lago, una vez más, se salen de su cauce normal e inundan las poblaciones rivereñas.

Edith González


No es nada nuevo. Lo nuevo sería que esto ya no sucediera porque desde el ya lejano 1960 se tiene  registro de las  inundaciones  provocadas por las crecidas  del lago, y siempre se dijo: «es la última vez… tenemos la solución». Y sin embargo, las crecidas continúan y con ello las inundaciones y las pérdidas materiales.

Y  de nuevo la emergencia se ha registrado y se busca ahora una solución maya… si buscan el desaguadero que en el mundo maya era la entrada al inframundo y por donde el lago filtraba el líquido a lo más profundo de  la tierra.

Y Amatitlán… Para la década de  los 70, igualmente, el lago de Amatitlán inició su camino de  destrucción debido al efecto de las aguas residuales de municipios cercanos que  se descargan a este manto acuático.

Y desde entonces se viene hablando de  llevar  a cabo, de realizar este o aquel proyecto, de una «nueva generación» de equipos para degradar los residuos que son depositados en el lago desde Mixco, Villa Nueva, Santa Catarina Pinula, San Miguel Petapa  y Fraijanes.

Pero… y dale con los peros. Hasta ahora no se tiene   nada  en concreto y aunque se han registrado algunos proyectos, estos no cuentan con seguimiento y sigue la brutal contaminación del lago. Pese a la creación de una Asociación para su protección la cual recibe ingresos y cuenta con personal que recibe un salario.

Veamos Atitlán. Ahí, en el fondo se encuentra una ciudadela celosamente guardada por las aguas.  Fue el coronel Antonio  Batres, quien la identificó,  visibilizo y buscó patrocinio para convertirla en un punto turístico  único en la región, pero «nadie se interesó…».

Y lo más grave, es que en los pasados veinte años, el lago ha recibido toneladas de desechos sólidos, aguas contaminadas y  basura de tan diversa  índole  que usted se quiera  imaginar, generando la mayor contaminación  de lo que eufemísticamente llamamos «el lago más bello del mundo».

La indolencia, la cultura, el desconocimiento, y ningún interés estatal, llevan a este lago, base de la leyenda del Xocomil,  más temprano que tarde a convertirse en un recuerdo de  «como era el lago más lindo del mundo».

Quedemos ahí. Ya no hablemos de otros desastres ecológicos que están en marcha en nuestro país. Y es que cuando la población crece (18 millones para el ya cercano 2020) y los mandatarios  no  cuentan con políticas de nación, ni políticas de decisión, para el cuidado del ambiente, definitivamente nos  queda esperar  la gran tragedia
ecológica.

Las futuras generaciones  se verán atrapadas por la falta de un ambiente agradable, lo que puede generar serios conflictos entre los mismos  habitantes de esta Guatemala, tan querida, pero tan olvidada.

 Preguntémonos… ¿Cómo los mayas podían desaguar  a su inframundo las aguas crecidas del Petén Itzá?  Preguntémonos… ¿Por qué los abuelos hablaban del lago de Amatitlán como un lindo lugar?

Preguntémonos… ¿Cómo surge la historia del Xocomil en el lago de Atitlán?