Perversa insinuación


Usualmente lo primero que leo en los diarios son los titulares de primera plana y posteriormente me aboco al contenido de los artí­culos de varios columnistas, aunque deliberadamente paso por alto los comentarios de quienes, además de ser insí­pidos y aburridos, son de pensamiento ultramontano.

Eduardo Villatoro

El domingo anterior, no fue hasta caer la tarde que leí­ con detenimiento los diarios, y de esa cuenta, casi por inercia, mi vista se posó en el epí­grafe ¿Conflictos de intereses?, escrito por el cubano nacionalizado guatemalteco Armando de la Torre, conspicuo exponente del neoliberalismo marroquiniano, es decir, ideólogo de la derecha más conservadora de nuestro medio.

En un arrebato de sadomasoquismo impropio de mi serenidad para escoger mis lecturas, le di rienda suelta a mi instinto de reportero en desuso, para establecer cuáles eran los conflictos de intereses que intentaba despejar el columnista.

Tuve que hacer un largo recorrido visual antes de arribar al fundamento de la interrogante, puesto que en alrededor de las cuatro quintas partes del artí­culo el autor se dedica a criticar a reporteros de diarios impresos y a los mismos periódicos, aunque, como es usual entre quienes lanzan la piedra y esconden la mano, sólo dice generalidades, sin mencionar nombre de periodistas y de medios, con lo que escabulle su responsabilidad.

Lea usted este párrafo, por ejemplo. «Sus fuentes (de los reporteros) de información parecen demasiado endebles, y sus conclusiones precipitadas. También es obvia la tendencia de algunos hombres y mujeres de prensa de rehuir la responsabilidad de sus errores».

Pero llegando al final de su artí­culo, el señor De la Torre no se ruboriza al señalar que «El encargado de comunicaciones, valga el caso, de uno de los más importantes partidos es el hijo de un director de un diario escrito y el sobrino de otro, y eso parece traslucirse en el espacio concedido en ambos diarios al candidato presidencial de tal corriente polí­tica».

¿Por qué él sí­ puede rehuir su responsabilidad al omitir nombres de tres periodistas y de un partido polí­tico? Esa falta de entereza de quien pretende dar cátedra de periodismo objetivo se evidencia al no atreverse a mencionar a Prensa Libre, elPeriódico o Siglo Veintiuno, donde le dan cabida a sus artí­culos, cuando afirma que «las técnicas estrictamente informativas, del periodismo investigativo, por ejemplo, adolecen de fallos que se podrí­an con más cuidado evitar» (sic).

Si formula esa clase de crí­ticas, el señor De la Torre deberí­a ser preciso cuando se refiere a «el encargado de comunicaciones de uno de los más importantes partidos es el hijo de un director de un diario escrito y el sobrino de otro». En primer lugar, el periodista José Carlos Marroquí­n, a quien veladamente alude el catedrático de periodismo moderno, no es «encargado de comunicaciones», sino que es el Coordinador de Estrategia del partido Unidad Nacional de la Esperanza.

¿Por qué ese temor de ocultar el nombre de la UNE? ¿A qué obedece esa preocupación de no decir claramente que es hijo del presidente del Consejo de Administración de La Hora, el periodista y abogado í“scar Clemente Marroquí­n?

Si el purista mediático es tan severo para juzgar a los reporteros y a los diarios en general, por sus notas «confusas» también deberí­a identificar al periodista Gonzalo Marroquí­n y al medio del cual es director editorial, es decir, Prensa Libre. Pero no lo hace porque, como queda expuesto, asevera: «?y eso parece traslucirse en el espacio concedido al candidato presidencial de tal corriente».

Para evitar esa hipocresí­a y confusión el crí­tico mediático deberí­a ser certero y decir sin ambages: «El periodista José Carlos Marroquí­n, vocero de la UNE es hijo del director del diario La Hora, periodista í“scar Clemente Marroquí­n, y sobrino del periodista Gonzalo Marroquí­n, director de Prensa Libre (ya que, pese a la puntualidad que exige de los reporteros que proporcionan ’informaciones endebles’ «ese señor desconoce los cargos de esas tres personas), y a causa de ese parentesco esos dos periódicos le conceden mayor espacio al candidato ílvaro Colom».

Es lo mí­nimo de honestidad que se puede esperar de alguien de pretende enseñar ética y crí­tica periodí­sticas

Finalmente, como columnista de La Hora doy fe que no es cierta esa disfrazada aseveración y como lector de Prensa Libre me he dado cuenta que tampoco es veraz esa misma afirmación; pero corresponde a sus personeros aceptar o negar tales perversas insinuaciones. Lo que choca de ese profesor de Filosofí­a es su nebuloso razonamiento y su ausencia de valor cuando intenta poner en duda la integridad de í“scar Clemente y de Gonzalo Marroquí­n.