Pertinencia del presidente Pérez Molina


Eduardo_Villatoro

Si algo hay que reconocer del presidente Pérez Molina es que, contra lo que se esperaba, no se ha subordinado a los mandatos de Estados Unidos, al menos en lo que respecta al combate al narcotráfico, puesto que no se ha andado por las ramas para disentir públicamente de la opinión del Vicepresidente norteamericano y de  otros altos funcionarios de la potencia del norte que han pretendido ignorar o subestimar arrogantemente la propuesta del mandatario guatemalteco.

Eduardo Villatoro


Se podrá estar o no de acuerdo con la despenalización de la droga, pero es inconcebible que altos funcionarios estadounidenses y Presidentes de Centroamérica, como el salvadoreño Mauricio Funes o el hondureño Porfirio Lobo, descalifiquen de primas a primeras la iniciativa de Pérez Molina y que, adicionalmente, se nieguen a debatir otras opciones a la lucha contra ese problema, porque no es propio de políticos que ostentan cargos de relevancia y que, se supone, están acostumbrados a razonar sus posiciones cuando discuten diferentes temas con sus opositores internos o adversarios de otras naciones.

Según lo expuso recientemente David Hernández, analista de La Opinión digital, de Los Ángeles, la inestabilidad ocasionada por el narcotráfico en México y Centroamérica es considerada por Washington como una amenaza a la seguridad nacional en lo que consideran el patio trasero de Estados Unidos, con efectos directos al imperio, y  es por ello que persiste en que se le combata con el empleo de las armas, utilizando a los ejércitos de la región, pese a los resultados nada satisfactorios registrados en territorio mexicano.

Ese virtual fracaso -advierte el periodista Hernández-, demuestra “que solo la mano de hierro no basta en esta guerra asimétrica”, y de ahí que son necesarias acciones políticas y cambios estratégicos de visión global del problema, siendo una de ellas el combate al consumo de la droga en el propio terreno de Estados Unidos, el principal consumidor de estupefacientes a escala mundial, tal como yo le he venido señalando desde hace varios años; pero, como asimismo lo advertí recientemente, no es igual que lo publique un simple columnista del Tercer Mundo, a que lo exponga un Presidente, aunque sea de un país también tercermundista, en este caso el gobernante guatemalteco.

Como atinadamente argumenta el analista citado, lo que está en juego son multimillonarios intereses económicos, representados por los ingresos del tráfico de drogas hacia Estados Unidos y sus efectos colaterales, tal la consolidación de estructuras militares del crimen organizado, el narcomenudeo y el consumo de drogas en los países que son ruta hacia el norte, el proxenetismo y la prostitución, el tráfico de emigrantes ilegales, la proliferación de pandillas, la industria del sicariato y el florecimiento de paraísos fiscales.

Estos elementos ponen en riesgo a Guatemala, como a Honduras y El Salvador, con la diferencia que sólo el Presidente guatemalteco está consciente de esos peligros al Estado y la institucionalidad.

(Un gringo de visita en Panajachel se justifica con el mesonero Romualdo Tishudo: -Yo fumo marihuana porque soy vegetariano).