Persisten dificultades para tener una alimentación adecuada


La región del occidente del paí­s, especialmente los varones, tiene problemas por la desnutrición severa.

La mayorí­a de los municipios con vulnerabilidad alta retrocedieron, mientras que la mayorí­a de los municipios con vulnerabilidad baja lograron avanzar en este aspecto.

Hugo Alvarado
halvarado@lahora.com.gt

El derecho a la alimentación adecuada sigue teniendo obstáculos para su vigencia.

Esta situación tiene diversos orí­genes históricos, que se reproducen y se transforman, pero que en última instancia afectan a un alto porcentaje de la población del paí­s.

En cuanto a accesibilidad a alimentos, el gasto que destinan los guatemaltecos a la compra de éstos es desigual.

Una persona pobre gasta el 54.8% de su ingreso en alimentos, mientras que una persona no pobre lo hace en un 36.0%.

Esto implica que el impacto de la pobreza no se verá reflejado directamente en el consumo alimentario, por lo que es aún más profundo.

La «lógica de sobrevivencia» inicialmente sacrifica el acceso a otros satisfactores básicos como educación, salud, capacitación, vestido, esparcimiento y cultura, aspectos sin los cuales la persona no puede generar capacidades para superar sus condiciones de pobreza.

Esto denota la prevalencia de los niveles de atraso para ciertos grupos, heredándose de una generación a otra, y en esta lógica quienes sienten aún más los alcances de la pobreza serán los grupos más vulnerables, especialmente mujeres, niños, ancianos, personas con discapacidad y enfermos, así­ refiere el informe Situación de Derecho a la Alimentación en Guatemala después de 10 años de la firma de los Acuerdos de Paz.

Orlando Blanco, integrante del Centro Internacional para Investigaciones en Derechos Humanos, CIDH, menciona que el derecho a la alimentación continúa con deficiencias en el paí­s.

LA CANASTA BíSICA

Según el Instituto de Nutrición de Centroamérica y Panamá, INCAP, la Canasta Básica Alimentaria se define como «el conjunto de productos básicos que conforman la dieta usual de una población en cantidades suficientes para cubrir, adecuadamente, por lo menos las necesidades energéticas de todo individuo».

La misma se elabora a partir de la observación estadí­stica respecto de los patrones de consumo y según la cultura de la población.

La Canasta Básica Alimentaria para la mejorí­a de paí­ses centroamericanos está constituida por más de 50 productos, mientras que para el caso guatemalteco ésta sólo cubre 26 productos, refiere Blanco.

Esto ha hecho que se tergiversen las cifras monetarias requeridas para cubrir la CBA.

Según el Instituto Nacional de Estadí­stica, INE, una persona puede cubrir sus necesidades alimentarias con Q9.52 diarios.

Del consumo de carne, se hace una baja estimación, considerando el precio del «hueso con carne» equivalente a 4.45 onzas por familia, similar a las 4.72 onzas por familia del «pollo con menudos», un bajo consumo de leche y lácteos, verduras y frutas.

En contrasentido se agrega la bebida gaseosa, como el segundo producto que implica mayor gasto, después de la tortilla, refiere la investigación.

En cuanto a la tortilla se considera un consumo personal poco menor de una libra diaria.

Por lo que se considera que la población se alimenta básicamente de tortilla.

Queda excluido el consumo de agua potable, papel higiénico, jabón de baño y para ropa, crema dental, toallas sanitarias, y otros productos imprescindibles para el consumo alimentario como gas, leña y electricidad.

Como ejemplo comparativo se pude hacer mención del caso nicaragí¼ense en el cual «la CBA representa una canasta de bienes compuesto por 50 productos considerados en ocho grupos de alimentos, y que considera una ingesta promedio de 2 mil 305 calorí­as diarias por persona».

La Canasta Básica Vital, que deberí­a agregar a la CBA otros elementos de consumo imprescindibles para alcanzar una vida adecuada, también es evidente que no se aborda adecuadamente.

Usualmente se menciona que incluye vestido, vivienda, educación y salud.

Sin embargo, la definición del mismo, a pesar que se elabora a partir de elementos estadí­sticos, no implica que se apegue a la realidad guatemalteca, explicó Blanco.

La CBV es un valor que surge de la misma CBA, a partir de multiplicarla por el factor 1.8248, sin mayor análisis acerca del costo real de los elementos que la componen.

En julio del 2006 la CBV alcanza un valor de Q2 mil 804,06, lo que implica que los trabajadores agrí­colas apenas alcanzan a cubrir el 54.34% de la misma, mientras que los trabajadores no agrí­colas cubren el 55.60%.

Restando el componente alimentario, prácticamente queda un total de Q1 mil 267.43, es decir Q 237.35 por persona, Q7.91 diario.

La Secretarí­a de Seguridad Alimentaria y Nutricional, SESAN, se instituye como la entidad que coordina las acciones de las diversas entidades estatales para la implementación de la Polí­tica Nacional de Seguridad Alimentaria (PSAN).

PRODUCCIí“N DE ALIMENTOS

La inserción de cultivos para la exportación se ha incrementado durante la última década, lo que implica la disminución de cultivos tradicionales.

Orlando Blanco menciona que esta situación implica el retroceso en dos aspectos fundamentales para garantizar la seguridad alimentaria en el paí­s.

Primero, en la medida que la producción del agro se va encaminando a cultivos de exportación, disminuye la disponibilidad de los alimentos tradicionales de la dieta nacional, y segundo, la pérdida constante de miles de empleos campesinos, que no tienen cabida en los nuevos ámbitos productivos.

En este sentido, la dependencia alimentaria que el paí­s mantiene con el extranjero se viene consolidando, apunta el integrante del CIDH.

La tendencia que se evidencia en el desarrollo de la producción, en los principales alimentos de la dieta guatemalteca implica una amenaza latente a la seguridad alimentaria de la población

Los alimentos de mayor importancia para el consumo de la población se han venido contrayendo en los últimos quince años, tal el caso del maí­z, frijol, trigo y arroz.

En este perí­odo (1990-2004) la producción de caña de azúcar prácticamente se ha duplicado, mientras que la producción de huevos y leche, a pesar de haber tenido un crecimiento constante hasta el año 1997, de igual forma empiezan a retroceder con una tendencia muy marcada que incluso alcanza niveles menores a los de diez años atrás, mostró la investigación el CIDH.

DESNUTRICIí“N CRí“NICA

Se reconoce que la dieta tradicional de la población a pesar de su «sencillez» es adecuada en nutrientes y en calorí­as, sin embargo se observa una tendencia al aumento de la población sin acceso a esta dieta.

Actualmente se evidencia que la mayorí­a de esa población mantiene uno de los peores niveles de desnutrición crónica, que se puede evidenciar en cuanto a retrasos en el crecimiento.

La cantidad de personas subnutridas se ha estancado con relación a la población total, sin embargo significan ya el doble de inicios de la década de los noventas; y aún no se recupera del incremento vertiginoso que se tuvo a finales de esa década, en la cual se incrementó de 16% al 26%.

Actualmente la prevalencia es del 23% de la población.

El Segundo Censo Nacional de Talla reveló que de 380 mil 578 menores en primer grado de primaria, el 51.2% tiene talla normal, mientras que el 48.8% tiene retardo, del cual 34.42% es moderado y 14.38% severo, manifestó Blanco.

La situación es particularmente grave para los varones, especialmente en cuanto a desnutrición severa.

Aun cuando ya a nivel general es sumamente grave el estado nutricional de la niñez, cuando se profundiza por departamento se observa claramente en dónde impacta con mayor gravedad la ausencia de polí­ticas adecuadas, siendo el altiplano occidental donde se mantienen los mayores rezagos.

El análisis por grupos étnicos revela que la situación se torna dramática para los grupos tectiteco (85.71%), ixil (82.53%), chortí­ (79.52%), chuj (75.97%) y mam (74.46%), reveló el estudio.

La debilidad de las polí­ticas para abordar las condiciones de pobreza manifiesta el desempeño que han tenido la totalidad de los municipios y las zonas de la capital, respecto a mejoramiento o empeoramiento en la talla infantil, en un perí­odo de quince años, criticó Blanco.

Es evidente que estos cambios no dependen de factores externos, y más bien están enlazados a las propias condiciones de cada municipio.

La mayorí­a de los municipios con vulnerabilidad alta retrocedieron, mientras que la mayorí­a de los municipios con vulnerabilidad baja lograron avanzar en este aspecto.

SUFICIENCIA ALIMENTARIA

La producción alimentaria del paí­s cada vez se orienta menos al consumo nacional, y en contraste, éste se alimenta cada vez más de productos importados.

Situando al paí­s ineludiblemente hacia la dependencia alimentaria, no sólo por la inaccesibilidad hacia los productos esenciales de la dieta tradicional y por el incremento de las importaciones, sino especialmente porque se rompen las posibilidades de trabajo para miles de familias que se dedican a labores campesinas, sin que se prevean alternativas a su actividad laboral.

Es así­ como la suficiencia alimentaria viene en franco retroceso, lo que ya es evidente en los niveles de acceso a la energí­a calórica alimentaria.

El consumo nacional de energí­a alimentaria por persona siempre ha sido de los más bajos en Centro América.

En el perí­odo 93-95 inició un proceso de caí­da que llegó a ser de 2 mil 140 kilocalorí­as en el perí­odo 99-2000, algo insólito en la historia reciente de la región, de acuerdo con la investigación del CIDH.

A pesar que se observa una leve mejorí­a en los años recientes, el paí­s se consolida en el último lugar de la región y se mantiene muy alejado de lí­nea de suficiencia para una persona de 2 mil 500 calorí­as diarias; incluso desde hace más de 10 años se encuentra muy por debajo de la lí­nea crí­tica ubicada en 2,500 calorí­as.

Es importante considerar que los datos a continuación son promedios, y no reflejan la gravedad de la situación para los grupos vulnerables; además que los campesinos y obreros requieren de mayores niveles de energí­a para llevar una vida adecuada.

Sin cambios relevantes

El caso de la emergencia surgida por la tormenta Stan evidenció la debilidad institucional para apoyar a las familias afectadas, especialmente en el sentido de promover su reinserción económica, ya que una gran mayorí­a de éstas no sólo perdieron sus medios de trabajo, sino además sus cosechas, las cuales en la vida campesina significan no sólo sustento alimentario sino además ahorro para el futuro inmediato.

En la implementación de la denominada «Primera Fase de Ayuda Alimentaria después de la tormenta Stan» cada familia beneficiada recibió 200 kilos de alimentos durante diez meses, dijo Blanco.

Ayuda mí­nima, ya que de hecho significó apenas 0.67 kilos diarios por familia, en regiones donde cada familia se compone de 7 a 8 personas.

Se puede argumentar que esta ayuda pretendí­a ser solamente una subvención para superar las condiciones de riesgo alimentario, sin embargo lo limitado de la misma representa un gasto oneroso para el Estado por una acción cuyo impacto es muy débil.