Persiste indiferencia e irrespeto por la niñez guatemalteca


La indiferencia y el respeto a la integridad de la niñez es criticada por especialistas en psicologí­a e  higiene mental.

El llanto, la confusión y el miedo, son los sentimientos que acompañan a los niños y niñas que son testigos de la captura de sus padres, cuando son sindicados de cometer un delito. La infancia se encuentra sumida en un ambiente violento, en donde prevalece la indiferencia y el respeto a su integridad.

Mariela Castañon
mcastanon@lahora.com.gt

Eran las 10:15 de ayer por la mañana, cuando en las instalaciones de la División Especializada en Investigación Criminal (DEIC) prevalecí­a el llanto y la crisis nerviosa en un niño de aproximadamente 9 años, junto a su hermana de 2.

La expresión en el rostro de estos infantes era más que evidente, las lágrimas que rodaban sobre sus mejillas, la angustia y la confusión al preguntar ¿Por qué nos trajeron aquí­?, eran los sentimientos que afloraban en ese momento, luego de la captura de su padre, Hermides Zetino Godoy, quien fue detenido por extorsionar a un tramitador de la zona 1, para que pagara Q5 mil.

A pesar de la insistencia de los niños por entender lo que acontecí­a, el padre, como si no sucediera nada, decí­a al niño mayor «tranquilí­zate, vas a asustar a tu hermana».

Según investigadores de esa División, los infantes acompañaban a su padre cuando extorsionaba a su ví­ctima; sin embargo, el grupo élite, que ya habí­a identificado como responsable a esta persona por medio de denuncias y números telefónicos de donde realizaba las llamadas, creen que el sindicado intentaba pasar desapercibido por la compañí­a de los niños para cometer el acto ilí­cito.

Las fuerzas de seguridad admiten que como éste hay muchos otros casos, en donde la infancia está expuesta a presenciar un acto ilí­cito y una captura.

De acuerdo con Marco Antonio Garavito, director de la Liga de Higiene Mental, el sentido de marginalidad y la figura invisibilizada del niño y niña es preocupante, pues no son vistos como personas dignas de derechos y respeto, sino como objetos que no se ven.

«Esto es una expresión de cómo los niños son marginales dentro de muchas familias; como ese sentimiento de preocupación por lo que les pueda pasar no existe o es muy frágil, eso es desafortunadamente bastante común, es el reflejo de la indiferencia del adulto», dice Garavito.

Según el profesional, cuando la niñez es expuesta a estas situaciones de violencia, es obvio que no está preparado ni fí­sica y psicológicamente para enfrentar los hechos, lo cual podrí­a repercutir en su comportamiento cuando sea adulto.

«Aquellos niños que están expuestos al maltrato, a la violencia, al contrario de lo que uno podrí­a pensar de cuando son adultos van a decir «esto me pasó a mí­, y no lo voy a hacer», la lógica humana es que generalmente el maltratado se vuelve un maltratador, cientí­ficamente está comprobado», indica el psicólogo.

Por su parte, Nidia Aguilar, de la Defensorí­a de la Niñez de la Procuradurí­a de los Derechos Humanos (PDH), dice que este tipo de situaciones preocupa indudablemente, principalmente por los sentimientos que pueden aflorar en los infantes y que dejarán huella.

A decir de Aguilar, por ningún motivo se debe tolerar la humillación y la angustia que pueden provocarle a un niño estos hechos, en donde se sindica a los padres de familia o adulto que los acompaña.

«Considero que debe haber un trato especial para los niños, porque imagí­nese quién les quita el trauma; en ese momento inmediatamente tendrí­an que comunicarse con la madre para que se hagan cargo de ellos y con personas especializadas, por ejemplo de la Procuradurí­a General de la Nación (PGN) para que pudieran atenderlos, mientras llega la familia», afirma la representante de la Defensorí­a.

Según la entrevistada, lo más lamentable del caso es que los adultos poco se preocupan de lo que pueda sucederles a los infantes y les permiten que sufra esos vejámenes.

«Aquí­ hay una total falta de previsión para los niños y los traumas que pueden tener más adelante, dice la fuente.

Los entrevistados concluyen en que el Estado debe comprometerse verdaderamente con la niñez y adolescencia, quienes se convierten en personas vulnerables y expuestas a repetir el patrón de sus padres, por lo que a este problema debe prestársele la atención debida y prevenir circunstancias como las que acontecen diariamente en este paí­s.

«Esto es una expresión de cómo los niños son marginados dentro de muchas familias; como ese sentimiento de preocupación por lo que les pueda pasar no existe o es muy frágil, eso es desafortunadamente bastante común, es el reflejo de la indiferencia del adulto».

Marco Antonio Garavito

Liga de Higiene Mental