Perí­odo de bonanza en paraí­sos fiscales


Los manifestantes muestran una bandera

Evadir al fisco y esconder dinero en el extranjero se convirtió en un delito fácil gracias a la liberalización de los movimientos financieros en los 90, que hizo que paraí­sos fiscales de los cinco continentes vivieran años de una prosperidad que hoy está amenazada, al menos para los situados en Europa.


Liechtenstein, Mónaco, Malta, Jersey, Andorra, Gibraltar y Chipre son los paraí­sos fiscales más importantes de Europa. En total, la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económicos (OCDE) incluye a unos 40 Estados en su lista mundial de paraí­sos fiscales, que van desde las Bermudas, las islas Caimán o Panamá hasta Samoa, Liberia o los muy opacos Antigua y San Martí­n.

«Es fácil disimular dinero en el extranjero porque el mundo financiero ha perdido sus fronteras», estimó Grace Perez-Navarro, de la OCDE.

Impuestos insignificantes o inexistentes, falta de transparencia en el régimen fiscal, una total falta de información con otros Estados y una impresionante capacidad de atraer sociedades fantasmas con actividades ficticias son las caracterí­sticas de un paraí­so fiscal, según la OCDE.

La entidad divide en dos a estos Estados: los que cooperan y los que no. En este último grupo incluye a Andorra, Liechtenstein y Mónaco. Al resto les bastó comprometerse por escrito que sus sistemas serí­an más transparentes para salir de esta lista.

Europa tolera de cierta forma a los Estados que favorecen esta evasión fiscal porque consigue mantener una cierta influencia sobre ellos. Es el caso de Francia sobre Mónaco o Alemania sobre Liechtenstein»

Desde hace dos semanas el fisco alemán está llevando a cabo una investigación sin precedentes contra ciudadanos que habrí­an escondido su dinero en este pequeño principado europeo.

Tras pagar cuatro millones de euros por una enorme cantidad de informaciones bancarias secretas que fueron robadas por un empleado, Berlí­n ha suministrado estos datos a varios paí­ses de la OCDE, que también han iniciado operaciones semejantes que podrí­an poner en entredicho la imagen de paraí­so fiscal de Liechtenstein.

Durante mucho tiempo, los paraí­sos fiscales europeos como este principado representaban retos financieros limitados, según Elie Cohen, director de investigación del CNRS.

Pero con la «mundialización financiera y la libre circulación de capitales desde principios de los años 90, estas pequeñas islas o principados vieron cómo sus actividades se desarrollaban formidablemente», y la evasión fiscal se multiplicaba.

«La mitad de las transacciones bancarias internacionales pasan hoy por estos paraí­sos fiscales, que están en el corazón de la mundialización económica», insiste Christian Chavagneux, coautor del libro «Los paraí­sos fiscales».

Además, desde los años 90 el hecho de recurrir a estos paraí­sos fiscales se democratizó y ya no incumbe sólo a las grandes fortunas sino a los jefes de pequeñas y medianas empresas o a empleados bien pagados.

Ya no hay necesidad tampoco de cruzar una frontera con una maleta llena de billetes. El mundo de hoy permite crear empresas falsas o cláusulas de evasiones de activos hacia otras jurisdicciones si las autoridades comienzan a hurgar para encontrar informaciones sensibles.

Según los expertos, los grandes bancos internacionales están presentes en los paraí­sos fiscales para ofrecer sus servicios a los clientes más ricos o a multinacionales. El arte de usar la ley hasta el lí­mite para no pagar impuestos o reducir las tasas se ha convertido en todo un arte.

Una ley bancaria suiza de 1934 que castiga la divulgación de informaciones bancaria y protege el secreto ha servido de base a estos paraí­sos fiscales y a las empresas que reciben en su territorio.

Justamente, la OCDE no reconoce a Suiza (uno de sus miembros) como un paraí­so fiscal porque coopera en casos de fraude aunque siga siendo un paí­s con un estricto secreto bancario, refugio de importantes fortunas.