Periodistas indefensos en el interior del país


Eduardo-Villatoro-2013

Hace pocas semanas recibí en la casa donde vivo a dos europeos entre cuyas ocupaciones investigan el grado de vulnerabilidad como se desenvuelven los periodistas de América Latina, cuyos nombres se me escapan, además que extravié sus tarjetas de presentación; pero aclaro que no provienen de países nórdicos, para evitar que organizaciones de extrema derecha y columnistas de la misma línea los califiquen de terroristas.

Eduardo Villatoro


Conversamos ampliamente y así como se abocaron a mí también entrevistaron a otros periodistas que, como yo, fuimos objeto de persecución, amenazas y exilio durante la guerra interna y actualmente llevan una vida relativamente reposada porque, en lo que a mí y a esos compañeros respecta, no hemos sido objeto de intimidaciones de parte de cuerpos represivos del Gobierno, no obstante que -disculpen lo que podría considerarse jactancioso- he sido severo crítico del presidente Pérez Molina, algunos de sus más ministros y especialmente de diputados al Congreso y políticos en general.

  Sin embargo, otra suerte corre el colega Jose Rubén Zamora, presidente de elPeriódico, quien ha denunciado ser hostigado por fuerzas de seguridad del Estado, mientras que compañeros periodistas que laboran en el interior del país, se desenvuelven en ambientes sumamente precarios a causa de diferentes factores, como la intolerancia y prepotencia de autoridades locales, coludidos con terratenientes y agroindustriales, que atemorizan a los pocos comunicadores sociales que se atreven a informar acerca de la tala de árboles, la contaminación de ríos, los miserables salarios que devengan los campesinos. Para esos individuos poderosos, tales informaciones son un riesgo a sus posiciones de explotación y cacicazgo en su entorno social y económico.

  Otro elemento lo constituye la corrupción que se ha extendido a municipalidades y dependencias del Organismo Ejecutivo en cabeceras departamentales, perversión que los periodistas denuncian en modestos medios de comunicación radial y televisiva locales o en su calidad de corresponsales de diarios impresos y electrónicos de la capital.

  A esas causas se suma otra más grave, referente a las acciones criminales de bandas de delincuentes; pero, con especial énfasis, los ramales de carteles del narcotráfico, que suelen ser despiadados y sin temor a que se les puedan imputar amenazas o agresiones a los comunicadores de lo que se ha dado llamar “la provincia”, cuando éstos informan del inmune tráfico de drogas y el mercado al menudeo entre jóvenes, adolescentes y hasta niños.

  Si los que ejercemos esta actividad en la ciudad capital y en otros centros urbanos importantes, como Quetzaltenango, por ejemplo, estamos expuestos a que en cualquier momento podríamos ser víctimas o blanco de funcionarios o criminales, porque no nos conducimos en vehículos blindados ni resguardados por escoltas armadas, más indefensos están los periodistas del resto de departamentos, como los que han sido vilmente asesinados o gravemente heridos, además de amedrentados por autoridades corruptas, empresarios ignorantes y sanguinarios delincuentes de toda laya.

  (El reportero Romualdo Tishudo afirma que hacer periodismo en el interior del país, más que vocación y trabajo, es masoquismo. A ellos tendemos nuestra mano solidaria, así como a J. R. Zamora).