La experiencia de décadas de dedicarme a este oficio de periodista de opinión, me ha enseñado numerosas lecciones, entre las cuales sobresale la importancia que significa mantener a toda costa mi independencia de criterio, en el sentido de que no debo estar atado a ningún grupo por meros intereses personales ni comprometido con una corriente específica, a no ser la defensa de los intereses de las clases más desposeídas.
Anoto esta advertencia a propósito de las recientes actuaciones y declaraciones del presidente electo Otto Pérez Molina, al margen de reales o falsos señalamientos en su contra referentes a su desempeño en la guerra interna y en las negociaciones de paz, que despiertan prudente optimismo respecto a lo que podría esperarse de su futuro Gobierno, partiendo del enunciado que se trata de un militar inteligente y capaz de analizar las consecuencias domésticas e internacionales de las decisiones que adopte en la compleja realidad política y socioeconómica del país.
Probablemente la prueba más difícil que, hasta la fecha, le ha correspondido enfrentar y sortear con habilidad y sensatez ha sido el crucial caso de la permanencia de la doctora Claudia Paz y Paz al frente del Ministerio Público, que, en un momento dado, fue como brasa ardiendo que podría haber desencadenado una severa crisis en el seno de la gobernabilidad, habida cuenta las descarnadas presiones de grupos conservadores y de antiguos compañeros de armas del próximo gobernante que pugnaban por la defenestración de la Fiscal General, cuyo objetivo se tornó en un recio ataque personal a la abogada que, para un grueso sector de la opinión pública, ha fortalecido el combate a la impunidad y la lucha contra el crimen organizado y sus tentáculos notorios o invisibles.
Independientemente de que los ataques contra la titular del MP hayan sido un montaje mediático de allegados o cercanos al Presidente electo, para comprobar su voluntad política y su identificación con alguna de las tendencias que se enfrentan en el seno del Ejército y del PP, o que haya sido un movimiento espontáneo que encontró como fuerza antagónica la pluralidad de apoyos a la doctora Paz y Paz, de parte de disímiles grupos sociales que se unieron en defensa del respeto al estado de Derecho, lo cierto es que cuando las circunstancias obligaron al general Pérez Molina a asumir una posición categórica, no vaciló legitimar su compromiso con la justicia y la institucionalidad, principios que sustentan el endeble sistema democrático del país.
Esa postura le rinde créditos, además, ante la comunidad internacional, porque se le visualiza, quizá un tanto prematuramente, como un político y militar que podría devenir en verdadero estadista, si persiste en proceder con pasos firmes en legitimar plenamente su triunfo electoral, ajeno a manotazos impropios de alguien que se propone superar los rudimentarios e insolentes caprichos de sus antecesores.
(El aprendiz de filósofo Romualdo Tishudo se atreve a citarle este proverbio a cierto futuro gobernante: –No se puede separar la paz de la libertad, porque nadie puede estar en paz consigo mismo si no es libre).