Pérez Molina, la justicia y la institucionalidad


Eduardo_Villatoro

 La experiencia de décadas de dedicarme a este oficio de periodista de opinión, me ha enseñado numerosas lecciones, entre las cuales sobresale la importancia que significa mantener a toda costa mi independencia de criterio, en el sentido de que no debo estar atado a ningún grupo por meros intereses personales ni comprometido con una corriente especí­fica, a no ser la defensa de los intereses de las clases más desposeí­das.

Eduardo Villatoro

 


Anoto esta advertencia a propósito de las recientes actuaciones y declaraciones del presidente electo Otto Pérez Molina, al margen de reales o falsos señalamientos en su contra referentes a su desempeño en la guerra interna y en las negociaciones de paz, que despiertan prudente optimismo respecto a lo que podrí­a esperarse de su futuro Gobierno, partiendo del enunciado que se trata de un militar inteligente y capaz de analizar las consecuencias domésticas e internacionales de las decisiones que adopte en la compleja realidad polí­tica y socioeconómica  del paí­s.
 Probablemente la prueba más difí­cil que, hasta la fecha, le ha correspondido enfrentar y sortear con habilidad y sensatez ha sido el crucial caso de la permanencia de la doctora Claudia Paz y Paz al frente del Ministerio Público, que, en un momento dado, fue como brasa ardiendo que podrí­a haber desencadenado una severa crisis en el seno de la gobernabilidad, habida cuenta las descarnadas presiones de grupos conservadores y de antiguos compañeros de armas del próximo gobernante que pugnaban por la defenestración de la Fiscal General, cuyo objetivo se tornó en un recio ataque personal a la abogada que, para un grueso sector de la opinión pública, ha fortalecido el combate a la impunidad y la lucha contra el crimen organizado y sus tentáculos notorios o invisibles.
 Independientemente de que los ataques contra la titular del MP hayan sido un montaje mediático de allegados o cercanos al Presidente electo, para comprobar su voluntad polí­tica y su identificación con alguna de las tendencias que se enfrentan en el seno del Ejército y del PP, o que haya sido un movimiento espontáneo que encontró como fuerza antagónica la pluralidad de apoyos a la doctora Paz y Paz, de parte de disí­miles grupos sociales que se unieron en defensa del respeto al estado de Derecho, lo cierto es que cuando las circunstancias obligaron al general Pérez Molina a asumir una posición categórica, no vaciló legitimar su compromiso con la justicia y la institucionalidad, principios que sustentan el endeble sistema democrático del paí­s.
 Esa postura le rinde créditos, además, ante la comunidad internacional, porque se le visualiza, quizá un tanto prematuramente, como un polí­tico y militar que podrí­a devenir en verdadero estadista, si persiste en proceder con pasos firmes en  legitimar plenamente su triunfo electoral, ajeno a manotazos impropios de alguien que se propone superar los rudimentarios e insolentes caprichos de sus antecesores.
 (El aprendiz de filósofo Romualdo Tishudo se atreve a citarle este proverbio a cierto futuro gobernante: –No se puede separar la paz de la libertad, porque nadie puede estar en paz consigo mismo si no es libre).