En Guatemala se necesita andar por las nubes para negar que vivimos un Estado fallido. Desde lejos se nota que quienes aseguran que todo marcha bien o que vamos mejorando, llevan rato de viajar al interior de la República por la vía aérea dejando de utilizar las vías de comunicación terrestre, para percatarse que se siguen cayendo en pedazos por no existir planes permanentes de reconstrucción y mantenimiento.
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También se equivocan, porque no viven el día a día en nuestras calles, mercados, carreteras, para sentir de cerca la violencia, como la agresividad de la gente motivada por su desesperación y frustración, ante la imposibilidad de cumplir con sus obligaciones o vivir tropezando la gran mayoría de veces con todo un cúmulo de obstáculos.
Cada día es más evidente que quienes conducen el país perdieron hace rato el efectivo contacto con su pueblo y por ende con la realidad. Claro, siguen abrazando y dando besitos en el cachete en concentraciones públicas para verse bien ante las cámaras pero eso, en vez de acercarlos, hace resaltar todavía más las diferencias. De esa cuenta, resulta fácil asegurar que las manifestaciones de presión que han estado ocurriendo frente a los edificios de las Cortes, no son consentidas por el gobierno de turno y que jamás van a permitir que ocurra otro «jueves negro». ¿Pero qué siente la población al ver esas actitudes de fuerza, presión y violencia de tú a tú, de manera horizontal y no sólo de arriba abajo?
Hace poco, vimos una fotografía en la primera plana de un matutino en que pobladores armados hasta los dientes exigían el cierre de las instalaciones de una granja avícola para evitar el mosquero contaminante que generan.
¿Podrán interpretar las autoridades el sentir de la gente cuando ni siquiera ven las portadas de los medios de comunicación impresos?, ¿para ellos ver gestos de esta naturaleza tampoco son actos intimidatorios y provocadores, los que en cualquier momento pueden causar un conflicto de Padre y Señor mío? Eso mismo, el pueblo lo vive y lo siente en cualquier sitio, especialmente conduciendo un vehículo automotor, no digamos cuando vemos a cada instante que la autoridad no funciona, no opera, no hace nada porque la ciudadanía pueda sentirse segura en un centro comercial, no digamos en la vereda apartada de un centro urbano.
Quienes tenemos los pies sobre la tierra sentimos la textura, aspiramos el olor y lo sentimos del ambiente cargado de fuerzas negativas. No, no estamos equivocados, la evidencia es tan grande, que cuando aseguramos vivir en un Estado fallido es que vemos a nuestro derredor muchísimos actos reñidos con la ley, como un aterrador desprecio por la vida humana. A lo mejor son 10 los asesinatos diarios y no el doble pero ¿sentirán y sufrirán lo mismo quienes reciben el impacto que quienes tienen la gorda obligación de evitarlos pero zafan bulto?