Perder la perspectiva


Reaccionando ante las crí­ticas por el uso de aviones privados de empresarios, el Presidente de la República dijo que quienes le conocen saben que él no pagará por esos favores. Al margen de lo que ello signifique en cuanto a su personalidad, vale la pena decir que en el mejor de los casos, si el mismo Colom no decide pagar el favor a sus amigos, basta y sobra que públicamente se conozca que determinado empresario es tan amigo del Presidente como para prestarle su lujoso jet sin costo alguno para que desde ministros hasta los funcionarios menores todos se pongan de alfombra cuando ese influyente «amigo» haga alguna solicitud.


El presidente analiza el problema desde una perspectiva que es muy propia de quienes llegan a ejercer el poder y es la de suponer que toda crí­tica en su contra es mal intencionada y por lo tanto se aferra a sus posiciones. Si dejara que prevalezca la razón, podrí­a ver que en todo el mundo ese tipo de favores se evitan a toda costa porque son generadores de lo que se conoce como tráfico de influencias. En el gobierno de Clinton uno de los Secretarios tuvo que renunciar porque utilizó el avión de una empresa privada y aunque nunca le probaron que hubiera hecho favores especiales a la empresa, bastó y sobró el uso del avión para que fuera forzado a renunciar.

Queremos pedir al presidente Colom que se ponga por un momento en la posición del ciudadano común y corriente que ve a su gobernante recibiendo ese tipo de favores. ¿Qué pensarí­a el ciudadano ílvaro Colom si estuviera en la llanura y viera a un gobernante actuando de esa manera? Posiblemente ahora tenga una perspectiva diferente desde la que se justifican muchas cosas, pero debe recordar que él mismo, siendo candidato, en algún foro cuestionó el misterio que se mantuvo cuando el entonces presidente Arzú viajó en un avión cuya propiedad nunca se llegó a establecer.

Dijimos hace poco que la polí­tica es cuestión de percepciones y las que están sembrándose entre la opinión pública de Guatemala son peligrosas para la capacidad futura del gobierno porque más pronto de lo que cualquiera hubiera imaginado, se generan suspicacias que al final no tienen sino el efecto de minar el potencial de un gobierno, sobre todo si el mismo está empeñado en producir grandes cambios. Y si a ello se suman asuntos tan graves como la muerte de Ví­ctor Rivera, cuya figura emerge como un pilar de seguridad en medio del mar de inseguridad, veremos que la percepción pública se vuelca en contra del gobierno sobre todo luego que uno de los voceros del partido oficial dice que este crimen fue culpa del mismo Rivera porque no se fue del paí­s.