Pequeños mineros que extraen el cobre


En un cerro árido, pedregoso, polvoriento y agujereado, Juan Carlos «el perforo» coloca explosivos. Su misión es avanzar hacia el interior, donde está el mineral. Tras la voladura, los escombros se retiran y aparece, verdoso y brillante, el óxido de cobre.


El cerro se ubica en Tierra Amarilla, una localidad 700 km al norte de Santiago, con cerros que albergan minas, cuyos dueños alquilan a algún interesado en explotarlas, y éste a su vez contrata a trabajadores, a quienes se conoce como pirquineros. Su producción es muy pequeña.

Hay pirquineros formales, como en el cerro en que Juan Carlos trabaja, y que se conoce como la mina San Javier, que está debidamente registrada. Pero también los hay informales.

Por ser una inversión que dista mucho de la gran minerí­a en Chile, carecen de maquinaria de alta tecnologí­a y la mayor parte de su trabajo es a pura fuerza de brazos, dentro de los socavones, en donde sólo alumbra la luz de las linternas instaladas en sus cascos.

Explota la carga que puso Juan Carlos. La voladura ayudará a buscar el cobre pero también permitirá conectar el túnel con una nueva salida de la mina.

«A raí­z de lo que pasó en la mina San José (donde están atrapados 33 mineros desde el 5 de agosto) ahora estamos haciendo un tercer acceso para poder salir», explica.

Juan Carlos trabaja en minerí­a desde 1980. Tras la voladura, él y su ayudante entran al socavón y con barretas, desprenden las piedras de los techos y paredes que quedaron colgando. Asegurado el lugar, entran los mineros a sacar material, a través de un taladro o a pulso, mediante enormes martillos conocidos como combas.

«No es tanto lo que se produce aquí­. Uno trabaja más para sobrevivir. Se trabaja más calmado, no como la empresa grande que produce más», añade Juan Carlos.

«Esta es pequeña minerí­a, nuestro jefe arrienda la mina. Sale cobre bueno pero poco. Lo seleccionamos, molemos y queda listo para enviar a la fundición», narra por su parte el minero Sergio Cisternas, quien se encarga de seleccionar el material. Todos están provistos de cascos e indumentaria de seguridad.

«Con 35 tiros de explosivos sacamos un promedio de 60 toneladas de material al dí­a», explica en tanto Cristián, otro trabajador. Por ser una labor menos exigente, cumplen un sólo turno. Cada tiro tiene unos 100 gramos de explosivos.

Los mineros señalan que por esas 60 toneladas reciben unos 1.200 dólares, es decir que trabajando todos los dí­as en un mes se obtienen unos 36.000 dólares, ahora que el precio de cobre está alto en los mercados internacionales.

El mineral es vendido por el arrendatario de la mina a la fundición Matta, cerca de la mina y que pertenece a Enami (Empresa Nacional de Minerí­a).

Paralelamente a este trabajo, algunos mineros de mayor edad y que ya no consiguen trabajo en minas, suben el cerro para reciclar el desmonte, en donde todaví­a queda algo de mineral que ellos pueden recuperar.

«Aquí­ me gano el sustento. A mí­ ya no me dan trabajo. Alguna vez trabajé en la mina San José pero me salí­ por peligrosa. Yo les contaba a mis colegas que no vayan allá. Mi primo Jorge Galleguillos está atrapado allá adentro», cuenta David León, de 65 años.

David, escoge las mejores piedras que quedan para, con una comba, partirlas y poderlas aprovechar. Ellos aprovechan el camión que saca el mineral de San Javier para que también se lleve el suyo a la fundición.

Estos pirquineros independientes también requieren que sea el arrendatario de la mina quien venda el mineral por ellos en la fundición, pues está registrado ante Enami. Nadie puede hacerlo de manera particular.

En el mejor de los casos, David y su socio Jorge, quienes pertenecen al sindicato de pirquineros de Tierra Amarilla, pueden sacar 600 dólares por mes con la venta, mitad para cada uno.