Pensando en el futuro


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Lo que nos sucede como país no es para verlo a la ligera y, para entender parte de nuestra realidad es necesario que nos preguntemos si tenemos un doble rasero para juzgar cosas similares que nos ocurren, pues yo estimo que ese es uno de los grandes problemas que nos dificultan la vida en sociedad y que no nos permite trazar una línea recta que nos haga juzgar los hechos sin importar quien la transgreda.

Pedro Pablo Marroquín Pérez
pmarroquin@lahora.com.gt


Si vemos el reciente ejemplo del caso de Erwin Sperisen notamos un gran contraste con el de Alfonso Portillo. Para el primer caso, a pesar que fue el exdirector de la PNC quien decidió irse para ser juzgado allá, ahora se dice cualquier cosa de Suiza, cosa que no se oyó de Estados Unidos cuando procesó a Portillo, no digamos de Taiwán y mucho menos de los demás presidentes; ni siquiera hemos cuestionado cuál es la razón por la que antes y después de Portillo, hemos tenido relaciones diplomáticas con aquel país.

Cuando la CICIG capturó a Portillo se convirtió en una especie de esperanza de justicia, pero cuando inició la causa penal por el Caso Pavón se convirtió en lo más dañino para la historia del país y ello hizo que los eternos enemigos dejaran sus diferencias por un lado para pasar a tener un enemigo en común.

Si le preguntaran a los constructores que le trabajan al Estado por los pactos colectivos del gobierno y sus sindicatos, le dirán que estos socavan las finanzas del Estado y que el servicio que dan es pésimo comparado con lo que perciben. Si le pregunta a un sindicalista respecto a los contratos de concesiones o infraestructura, por ejemplo, le dirá que el país sale perdiendo con las mismas pues son una plataforma para que unos pocos hagan dinero y que a pesar de que el servicio puede ser mejor que el público, deja mucho que desear.

Pero al ser cuestionados por los contratos que afectan directamente a su gremio, ambos dicen que estos se deben respetar porque se hicieron cumpliendo los formalismos de la ley aunque sean contratos que en realidad se hicieron en fraude de ley, diseñados específicamente para que el trinquete venga primero y el servicio después. El trabajo de la mayoría de servidores públicos deja tanto que desear como la autopista de Palín cuando uno la transita de noche.

Las arbitrariedades del Alcalde capitalino de las que se quejan quienes requieren de licencias municipales, las resuelven obligando al Congreso a aprobar una ley que pasa gracias al millonario financiamiento que se hace a los políticos (en campaña y en el poder), aunque esa ley tenga igual o más ilegalidades de las que se atribuyen al jefe edil.

Traigo a colación los ejemplos porque soy de la opinión que Guatemala saldrá adelante cuando seamos más equilibrados para juzgar cosas similares, cuando la ley no se utilice sí y solo sí, me es conveniente para mis intereses y cuando no usemos ilegalidades para responder a otras ilegalidades.

Pensar en un futuro mejor para Guatemala es difícil, pero se puede si empezamos a vernos para adentro para analizar, con humildad y sencillez, si la forma en la que hemos actuado es una que construye o destruye a la Nación. Debemos juzgar los hechos por igual sin importar si quien los comete es pariente, amigo o parte del mismo círculo social. Si logramos que la objetividad domine el debate y oriente la proposición, podremos experimentar cambios pues de lo contrario, seguiremos igual o peor de lo que estamos.