Los argumentos más persuasivos pueden ser, no aquellos que poseen una impresionante validez lógica, sino aquellos que psicológicamente son más complacientes. Entonces, en el intento de persuadir, la psicología puede ser más útil que la lógica. Es explicable, por consiguiente, que en ese intento, una seductora perversidad pueda triunfar sobre una lúcida razón.
Quien elogia a todos devalúa el elogio; y aunque el devaluado elogio halague a quienes tienen el mérito menor, ofende a quienes tienen el mérito mayor.
En la vida del individuo o de la sociedad, no todo cambio es necesariamente cambio para mejorar. También puede ser cambio para empeorar. Importa, entonces, no el cambio por el cambio mismo, sino la naturaleza del cambio.
No es importante que cada cabeza sea un mundo. Lo importante es que sea o no sea un mundo de errores.
Quizá la injusticia es más evidente que la justicia. El juez, entonces, debería preocuparse más por evitar una concreta injusticia que por procurar una abstracta justicia.
La filosofía debe ser intrépida en la conjetura. La ciencia debe ser cautelosa en el experimento. La filosofía que se preocupa del experimento es tan insensata como la ciencia que se obstina en la conjetura.
Hay personas ocupadísimas; lo cual no implica que se ocupan de cosas valiosísimas.
Quien sinceramente se afana por el bien del prójimo debería preocuparse más por la idoneidad de los medios que por la generosidad de los fines, porque es más fácil tener fines generosos que encontrar los medios idóneos para procurarlos.
Los peores maestros son aquellos que pretenden enseñar lo que ellos mismos no comprenden.
Es un error creer que aquello que poseemos en el presente, necesariamente lo poseeremos también en el futuro. Todo lo que ahora tenemos, podemos perderlo.
Pretender fomentar el “hábito de la lectura” es tan absurdo como pretender fomentar el “hábito de tocar flauta”. La lectura no es un fin. Es un medio; y es esencial el fin para el cual se lee, y no el hábito de usar un medio.
Hay dos clases de seres humanos: aquellos que resuelven problemas inevitables, y aquellos que crean problemas innecesarios.
Si, en el arte de escribir, “el estilo es el hombre mismo”, como afirmó Georges Louis Leclerc, conde de Buffon (en “Discours sur le style”), hay que deducir que algunos escritores no son hombres.
La vida transcurre con una sutileza tal, que su propósito parece ser que nos percatemos de ella cuando ya no la tengamos.
Tendemos más al error que al acierto; y el intento de acertar podría prudentemente comenzar con evitar el error.
No hay felicidad como estado permanente de vida, sino solo felicidad como estado temporal que adviene en cualquier momento.
Uno de los más grandes peligros que hay en el mundo es la estupidez con iniciativa.
Nadie puede tener “doble moral” porque quien la tuviera, no tendría moral alguna.
Nadie es producto de su época, sino que la época es producto de todos.
Algunas personas son elocuentes únicamente cuando callan.
Los niños no son el futuro de una nación, del mismo modo que los ancianos no son su pasado. Niños y ancianos también son su presente.
Post scriptum. Nos quejamos del rápido transcurrir del tiempo porque quisiéramos perderlo más lentamente.