Peligrosa turbonada de violencia polí­tico-electoral


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La fiesta de la ¡democraciaaa…! se está poniendo muy “alegre” con los estrepitosos ruidos de la violencia.

Los cohetillos; es decir, los tiritos siguen sacudiendo la modorra a los ciudadanos, y lo atronador, como todos sabemos, viene de lejos, desde mucho antes de que comenzara la parranda larga (el nuevo jaleo apuntando al poder), con música de nuestro instrumento autóctono –la marimba–, alternando con mariachis a lo charro…

Marco Tulio Trejo Paiz

 


No pocos matarifes muy conocidos por sus compinches, mas no por los investigadores del oficialismo, han “liberado” a candidatos a las chambas edilicias y a otros los han dejado maltrechos, wash and wear… ¡Y qué viva la impunidad!

    La violencia que se está estilando en la actual jornada polí­tico-electoral no es sólo con “petardos” de plomo, sino también con actos de anarquí­a quí­micamente pura…

    Se está hablando de organizaciones sindicales que instan a los ciudadanos a depositar nulos sus votos el 11 de septiembre; se anuncian manifestaciones frente al Congreso de la República, a la Corte Suprema de Justicia y a la Corte de Constitucionalidad para ejercer presión ante la impotencia respecto de la Constitución y de la ley.

    Se esgrimen argumentos de que el sistema polí­tico-electoral no anda como Dios manda, sino dando la impresión de caminar a duras penas con muletas y, cabe agregar, entre nubarrones de mal agí¼ero, según los comentarios que bullen en el ambiente.

    El pueblo se mantiene expectante ante el proceso comicial que cada dí­a se pone rusiente y con toda una marejada controversial, lo que nos está diciendo que el derrotero democrático está obstaculizándose y tornándose tenebroso.

    La coyuntura actual deberí­a valer para prestigiar un poco, aunque sea un poco, a la democracia en su genuina dimensión, porque en nuestro medio anda muy coja, muy deformada, gracias a las desgracias de la politiquerí­a partidista.
 
   Tenemos una corrupción con raí­ces que se han venido profundizando más y más en las alturas y en toda la llanura; tenemos alarmantes rachas de violencia criminal; hay narcotráfico galopante; los politiqueros, ebrios de ambición, de lucro, incluso deshonestamente, tienen pretensiones de eternizarse prendidos a las mamas del presupuesto como los Castro, como Chávez, y los que son de elección popular, dizque popular, tratan de reelegirse en varios perí­odos, con lo cual siembran descontento entre las comunidades. Caben algunas salvedades, muy pocas,  en ese sentido. .
  
   Tenemos, pues, muchos problemas de difí­cil solución en tanto no es superado el “sistema democrático” entendido así­, entre comillas muy significativas…
   
   Como consecuencia de las marrullerí­as de quienes juegan a la politiquerí­a de la peor especie, manoseándola a sabor y antojo, hay situaciones que detienen en la senda del progreso a Guatemala, pues el anarquismo sigue de frente inconteniblemente porque la autoridad constituida no es respetada, tampoco la ley, y eso, realmente, tiene un feo nombre: anarquí­a.
  
   La pobreza de todo un pueblo se ha enseñoreado del paí­s. El gobierno vive afrontando serios, muy serios problemas en todos sus aspectos; al punto que poco falta para que no tenga tiempo de atender otros importantes asuntos de Estado.
   
    No cabe duda, ninguna duda: Andamos mal, muy mal en esta tierra del quetzal y de la eterna jor, jor, como suele decir una dilecta damita, colega y amiga.
   
   Lo que a los guatemaltecos nos queda. es la esperanza, una esperanza que puede ser muy pálida, en cuanto a que –si no volvemos a cometer otro grave error por enésima vez– los resultados de las votaciones del 11-9-11 nos deparen un futuro mejor, promisorio en todo  lo posible, mediante la elección de hombres y mujeres capaces de escribir con acendrado patriotismo la historia de nuestro sacro suelo centroamericano con realizaciones positivas de toda clase en beneficio del pueblo en general, sin discriminaciones sectarias.
   Esperemos, pues, los resultados de las votaciones de aquí­  a un mes y escasos dí­as, si es que no nos sorprenden los  “imponderables” nada deseables…
   Y ojalá; ¡ojalá!, recalcamos, que la violencia reinante hasta hoy ceda el paso a la paz que necesitamos para ir transitando ya, ¡por fin!, en terreno firme, seguro, con optimismo y  legí­timo orgullo, en honor a Guatemala y a la democracia con todos sus preciados atributos, a efecto de hacer propicio un nuevo orden de cosas protagonizado por quienes hayan de empuñar las riendas del poder a lo largo del próximo perí­odo constitucional.