Pelean por casi todo


Foto de archivo del presidente ruso Vladimir Putin, acá acompañado por George W. Bush y su esposa Laura.

Si el presidente George W. Bush afirmó que «la Guerra Frí­a terminó», la cumbre entre la OTAN y Rusia de Bucarest volvió a mostrar esta semana que los ex enemigos siguen enfrentándose por casi todo: Georgia y Ucrania, la independencia de Kosovo, el escudo antimisiles, Irán o el Tratado de Fuerzas Convencionales en Europa.


En su inédita presentación en el Consejo OTAN-Rusia en la capital rumana, el presidente saliente ruso Vladimir Putin dejó en claro que Moscú sigue considerándose el gran interlocutor mundial de la Alianza Atlántica y que no está dispuesto a asistir en silencio a su continua expansión.

«La OTAN no puede garantizar su seguridad expandiéndose a otros paí­ses», le dijo Putin a los lí­deres occidentales en uno de los espectaculares salones del Palacio del Parlamento de Bucarest, faraónica obra del ex dictador rumano Nicolae Ceausescu.

Las cuentas son claras: desde el final de la Guerra Frí­a, la OTAN ha pasado de 16 a 28 miembros, absorbiendo casi todo el ex bloque comunista (Polonia, Hungrí­a, República Checa, Bulgaria, Rumania, Eslovaquia y Eslovenia) y tres ex repúblicas soviéticas (Lituania, Letonia y Estonia).

Los últimos «fichajes» han sido Albania y Croacia, que permiten a la OTAN comenzar a tener una base relativamente firme en los convulsionados Balcanes.

En medio de esta batalla geopolí­tica, Putin logró el jueves que los 26 aliados aplazasen el otorgamiento de la candidatura de adhesión a Georgia y Ucrania, que contaban con un fuerte apoyo del presidente Bush en su camino hacia la OTAN.

La posición de Alemania y Francia, deseosos según algunos observadores de no provocar a Moscú y mantener el equilibrio de fuerzas en Europa, fue fundamental para frenar el deseo de Bush en su última cumbre de la OTAN.

Pero este triunfo parcial de Putin no esconde la preocupación que significa para Rusia el hecho que de la OTAN haya prometido a estas dos ex repúblicas soviéticas que ingresarán un dí­a en la Alianza.

«La declaración de la OTAN se suma a los interrogantes y preocupaciones de lado ruso en cuanto a la dirección que toma la OTAN y su evolución. Es una alianza que se atribuye un papel global sin ningún lí­mite en el derecho del recurso a la fuerza», explicó un responsable ruso.

En este marco, el intercambio «constructivo» entre los dos ex enemigos de la Guerra Frí­a parece a veces un diálogo de sordos, ya que la OTAN continúa adelante con sus planes iniciales, aún dilatándolos.

Para Rusia, a la defensiva desde la caí­da de la Unión Soviética aunque cada vez más recompuesta, se trata por el momento de oponer un contrapeso a las decisiones de Occidente para retardarlas en el tiempo.

En el tema del escudo antimisiles estadounidenses, apoyado por la OTAN en la cumbre de Bucarest, Putin parece haber reservado su posición para las entrevistas bilaterales previstas el fin de semana con Bush en Sochi, a orillas del mar Negro.

Este encuentro será el último de presidente a presidente para estos dos lí­deres que han estado en el primer plano internacional durante los últimos siete años y que son dos «viejos lobos de mar», como dijo el propio Bush el viernes en Bucarest.

Rusia dice que el proyecto de Estados Unidos de instalar diez misiles interceptores en Polonia y un radar ultramoderno en República Checa es un plan que puede afectar a su seguridad.

De su lado, Estados Unidos asegura que el sistema, nueva parte del mecanismo concebido para protegerle, defenderá también a Europa de las amenazas balí­sticas de Estados «parias» como Irán, algo que Putin no toma en serio.