Pelagia y Tais, penitentes


La antigí¼edad cristiana se alimentó con el encanto de estas dos historias que de algún modo llevan al corazón cristiano la añoranza de la inocencia perdida y animan a la vuelta. Es un consuelo encontrar en la Tierra los rastros de quienes, habiendo sido presa del desarreglo, de la mala vida que por algún tiempo juzgaron como buena, del desorden y la lejaní­a de Dios, pues, resulta que han sido gente que se salva. Sí­, son una gran luz en la oscuridad que alienta la esperanza de los que somos más, de los pecadores. Estas actitudes están personificadas en Pelagia y Tais.


Pelagia se representa como una de las más insignes pecadoras del mundo, allá por la segunda mitad del siglo V. En Antioquí­a -este era el escenario de sus danzas sensuales y altaneras- se la llamaba «Margarita» que es la traducción de «gema», quizá porque, en ocasiones, lo único que cubrí­a las carnes de la extrahermosa eran collares de perlas.

Tais fue anterior a Pelagia en el tiempo y en los oficios. Se educó como cristiana, pero la vida, sus encantos, el acoso de los finos, el hambre de placer y el atractivo de las riquezas estropearon tanto la acción de la gracia que pareció no conocerla. Vive entre el lujo y la prostitución de Alejandrí­a.