El 1º. de junio de 1944, el Coronel Helmuth Meyer jefe de Inteligencia del 15 Ejército de la Wermacht, brincó en su asiento. Uno de sus escuchas monitoreando la BBC de Londres captó el mensaje esperado, la primera parte de un verso del poema Canción de Otoño de Paul Marie Verlaine. El texto en francés «Les sanglots longs des violons de l»automme», indicaba que la invasión estaba próxima a realizarse. Cuando el locutor leyera el segundo verso la fecha exacta sería conocida. Tras un trabajo minucioso el Almirante Wilhelm Canaris jefe del Contraespionaje Alemán, había descubierto la clave para determinar el día de la invasión a Europa.
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La mañana del 5 de junio a las 9:15 a.m., la cálida voz del locutor de la BBC transmitió de nuevo: Ahora escuchen atentamente algunos mensajes personales, mencionó algunos avisos intrascendentes hasta que llegó el esperado: «Blessent mon coeur d»une langeur monotone», era el segundo verso del poema de Verlaine, la invasión se realizaría en las 72 horas siguientes a contar de las 0 horas de ese día. No había una palabra, una voz cuchicheada a través de la radio que no fuera escuchada por los hombres de Meyer. Treinta expertos dentro de una casamata de hormigón, hablando cada uno de ellos fluidamente tres idiomas. Los escuchas del Maquis francés también esperaban la segunda parte del poema Canción de Otoño. Igualmente esperaban otros dos mensajes en clave que el locutor de la BBC pronunció diciendo: «Hace calor en Suez» y luego, «los dados están sobre la mesa». Eran el punto de partida para iniciar el sabotaje previo a la invasión. El primero para interrumpir el transporte ferroviario, el segundo para cortar el telégrafo y las vías telefónicas.
Meyer se dio cuenta que sus hombres habían recibido quizás el mensaje más importante de la guerra y que podría cambiar el destino de Alemania. Lanzó aviso al Cuartel de Rommel, luego al Cuartel General del Oeste y al Cuartel de Operaciones de Hitler. A pesar de la inminencia del ataque, el aviso de Meyer no fue tomado en cuenta. Se dio la alarma, ya cuando las operaciones de los Ejércitos Aliados estaban en marcha y las divisiones Panzer bajo las órdenes exclusivas de Hitler no habían sido movilizadas a las playas. El General Hans von Salmuth al frente del 15 Ejército expresó ante la alerta roja: «Soy zorro viejo para excitarme demasiado», tres horas más tarde esa noche, 18 mil paracaidistas se estaban dispersando en la zona. El 8 de junio Hitler pediría explicaciones y se montó una investigación para establecer por qué no se había declarado una alerta total. Para el Mariscal Edwin Rommel a cargo de la Muralla del Atlántico fue el golpe más duro de su carrera. El grupo B del Ejército bajo su mando reaccionó tardíamente y los 124 aviones del ala 26 que defendían la costa habían sido retirados la tarde anterior. Por un azar del destino, ese día 6 de junio estaba en Berlín, salió del Castillo de la Roché Guyon, su Cuartel General, el día 4 para celebrar el cumpleaños de su esposa. Confiando en sus meteorólogos, Rommel creía que la invasión no sería hasta finales de julio, coincidiendo con la ofensiva de verano soviética.
El 6 de junio de 1944 quedó inscrito en la Historia como el Día D, el inicio del derrumbe de la Europa de Hitler. Ese día martes 6 a partir de 15 minutos después de la medianoche, asaltaron las costas de Normandía más de 250 mil hombres. Cinco mil barcos se agolparon en las proximidades de la desembocadura del Sena, formando un frente de más de 250 kilómetros. Soldados estadounidenses, británicos, franceses, canadienses, belgas, checos, holandeses, noruegos y de otras nacionalidades constituyeron la fuerza de invasión. Iniciaron la operación a medianoche del día 5, los paracaidistas de la 101 y 82
División aerotransportada, lanzados en una costa iluminada por la luna llena. Cinco minutos después, correspondió a los hombres de la 6ª. Británica que tenían a su cargo iluminar las zonas de lanzamiento para el resto de tropas aerotransportadas.
La decisión del día escogido y responsabilidad del éxito o fracaso de la invasión, como él mismo asumió al anunciar la invasión, cayó sobre las espaldas de Dwight D. Eisenhower, General de cinco estrellas, un espigado sureño de fácil sonrisa y calvicie incipiente. Era poseedor de cualidades innatas y otras que asimiló conforme crecía en su profesión, la más importante de ellas, saber escuchar y tomar decisiones en el momento preciso. Al otro lado del mar, otro hombre con parecidas características esperaba la invasión: El Mariscal de Campo Erwin Rommel, el Zorro del Desierto, estratega de las campañas victoriosas del ífrica Corps y el soldado más reconocido de Alemania. Rommel sabía lo que estaba en juego ese día: inspeccionando las fortificaciones de las playas en Normandía dijo a su ayudante el General Helmuth Lang: Créame Lang, las primeras 24 horas de la Invasión serán decisivas, de su resultado depende el destino de Alemania… tanto para los aliados como para Alemania ese será del día más largo del siglo. (continuará)