Si todos los seres humanos estuvieran preparados y calificados para desempeñarse en cualquier puesto, cargo nacional o internacional, el mundo en general, los países en particular, no tendrían mayores problemas, ni de qué preocuparse.
jfrlguate@yahoo.com
La historia nos evidencia, demuestra y enseña que los errores se repiten y se vuelven a repetir a través de la evolución del mundo. Cada hombre es el producto del medio ambiente en que nació y se desarrolló, también de la genética que se traslada de generación en generación en las familias y de la preparación, experiencia o estudios que adquiere mediante el esfuerzo constante y continuado.
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Por ello, es lamentable que tanto en las organizaciones internacionales como Naciones Unidas, la Organización del Tratado del Atlántico Norte, la OEA, Unasur, etc., no se nombre, no se escoja a los hombres y mujeres más calificados para un puesto o peor aún, que se nombre o se creen puestos por amistad, compadrazgo o relación familiar.
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Mis abuelos y mis padres, igual que muchas familias se sacrificaron y se esforzaron porque sus hijos y nietos se prepararan académicamente, desde el principio de su vida comprendieran sus derechos y obligaciones y no escatimaran horas de trabajo y esfuerzo para superarse.
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Gracias a ese estímulo, la totalidad de la generación que se integra por mis hijos y sobrinos son profesionales universitarios, hablan dos o varios idiomas y saben que tienen la obligación de trabajar y de preocuparse de quienes vienen integrándose a medida que pasan las siguientes generaciones.
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Este hecho y ejemplo, es el mismo que debemos insistir en solicitar, tanto en la administración pública como en la administración privada. De esa forma debemos comprender que como seres humanos falibles no somos universalmente capaces y que para hacer un buen pastel se necesita un buen pastelero, que no es igual académicamente un abogado, ingeniero, comunicador social y demás que estar preparado para cualquier puesto.
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Eso me hace recordar lo que hace algunos años me dijera un compañero y colega que se había preparado como Abogado y Notario pero carecía de la experiencia, habilidad y conocimiento como administrador público o privado y se encontró ante la situación que le ofrecían la gerencia de una importantísima entidad del sector público. Ante el hecho me pidió opinión, le respondí que era preferible que un hombre bien intencionado aceptara la gerencia y se supiera rodear de un equipo que tuviera las capacidades administrativas y que al no aceptar -por razones políticas e intereses particulares- llegara una persona que no sólo no estuviera técnicamente preparada, ni con la experiencia suficiente sino que además llegara a cometer errores y abusos por no tener las bases ético y profesionales adecuadas. El colega aceptó, a los pocos meses le pregunté cómo se sentía y me respondió: «Me siento como tú te sentirías como magistrado de la Corte Suprema de Justicia, inadecuado, sin la experiencia y la seguridad para poder tomar decisiones prontas y adecuadas.
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Todo lo manifestado es lo que me preocupa cuando veo las necesidades de un Haití que a diferencia de un Chile, tiene el mismo problema de reconstrucción y desarrollo pero no tiene el mismo recurso humano.