Pasa cuando sucede


DESDE LA REDACCIí“N

René Aceituno vive en la colonia El Chato, a 17 kilómetros del centro. Nunca, a sus 35 años, habí­a escuchando un estruendo tan pavoroso. «Sentí­ que la tierra tembló», dice aún con sorpresa el vecino que se aprestaba a comerse unos huevos revueltos en compañí­a de su hijo, justo en el momento que la pipa escupió fuego.

Eswin Quiñónez
eswinq@lahora.com.gt

La reacción inmediata de René fue de abalanzarse sobre su hijo y esconderse bajo la mesa. Minutos después se animó a salir y se reunió con los vecinos que ya se enfilaban a la carretera para descubrir lo que habí­a pasado.

Desde la entrada de esa colonia se veí­a cómo el fuego y el humo negro se apoderaba del sector. Varias motobombas a prisa llegaban para intentar apagar ese infierno originado por una fuga de gas.

«Ya lo veí­amos venir», confesó Antonio, un hombre de 65 años, 14 de ellos los lleva viviendo por el lugar, y argumenta que siempre temió que un evento similar pasara, pues, como él mismo dice, «tanto cilindro de gas, cerca de tanta gente, es tanta tragedia».

En efecto, la semana comenzó explosiva. Una fuga de gas propano en las tuberí­as de llenado de la empresa mexicana Z-GAS, formó una nube invisible que se detonó por una chispa en la carretera.

Del incidente 13 personas resultaron con múltiples heridas, y tres de ellas no lograron vencer la lucha contra la muerte y murieron dí­as después.

El infierno nunca estuvo tan cerca para decenas de personas. Muchas de ellas, viajaban en un autobús extraurbano que aparcado a orillas de la carretera fue presa, por segundos de esas mortales llamas.

Tripulantes de otros vehí­culos también sintieron la fuerza del fuego.

Pero, ¿Por qué tantos heridos? Si una planta con tan elevados riesgos no tuviera que exponer a tantas personas, en ninguna circunstancia.

Probablemente las predicciones de Antonio, no hayan sido del todo ajenas a la realidad. Y es que las tuberí­as de almacenamiento del gas permanecen tan cerca de complejos residenciales y de una ví­a de flujo constante.

Pero, como los guatemaltecos estamos acostumbrados que no pasa hasta que nos sucede a nosotros, una tragedia siempre viene a desnudar lo vulnerables y poco precavidos que somos para estas circunstancias.

Probablemente, y eso ya lo confirmaron los mismos personeros de la empresa, contaban con el aval del Ministerio de Energí­a para funcionar con las condiciones anteriores, y, que se trate de un hecho fortuito, nada más.

Sin embargo, es conveniente autoevaluarnos como paí­s y en esas relaciones industriales, qué tan preparados estamos en cuanto a la cultura de seguridad industrial.

Si residentes circundantes de tan peligrosa planta, a penas saben cómo se llenan los cilindros, ¿Cómo pueden reaccionar y exigir mayores controles a las empresas? Indudablemente es conveniente tomar cartas en el asunto y recolectar los expedientes de otras instalaciones que representan riesgo en otras comunidades para que no suceda otra tragedia.