Partes del debido proceso


Es temprano y ese corredor al lado de la Corte Suprema de Justicia siempre deja sentir un poco de frí­o en la piel. Los elevadores de la planta están llenos, por lo que va a pasar algo de tiempo hasta poder llegar hasta el decimoquinto nivel de la Torre de Tribunales, lugar donde podrí­a desarrollarse algún proceso penal que ocupará algunas de las páginas de la emisión de esta tarde.


La búsqueda de información es algunas veces colectiva y la menos en soledad. En una de las salas del nivel 15 hay movimiento: tres jueces están sentados frente a más de una docena de sillas vací­as. Es el turno de ocupar una de ellas. Un hombre está esposado a la izquierda y junto a él, otro, es su abogado defensor. Una mujer muy joven está sentada a la derecha y tiene un expediente y algunos libros sobre un mesa; en su gafete se lee ?Ministerio Público?.

Se inicia el debate, el juez está repitiendo exactamente las mismas palabras que ayer, un colega suyo dijo en otra sala. No se trata de un deja vu, aunque en más de una ocasión ha pasado esa pregunta por la cabeza: ¿por qué tienen que repetirlo todo exactamente así­?, la respuesta viene adjunta: es parte del debido proceso.

Pero no todo es tan metódico en la jornada. A veces, pareciera que los engranajes del sistema de Justicia fueran lubricados y los movimientos repentinos en lo que muchos podrí­an considerar como una rutina, deviene en una emoción indescriptible: suena el celular; es información sobre una captura, un funcionario acusado de corrupción fue finalmente aprehendido. Se atraviesa el pensamiento: no es suficiente porque sus actos afectaron a mucha gente. Corremos hacia el sótano…

Más que un trabajo o una competencia, el periodismo es una oportunidad para servir. Gracias a todos aquellos y aquellas periodistas que, junto conmigo, caminan por esa misma senda y a quienes marcaron precedentes.