Parte del misterio aclarado, pero persisten muchos enigmas


La máscara dorada de Tutankamón, el niño faraón, a quien se le practicó un examen de ADN para conocer más sobre él. FOTO LA HORA: KHALED DESOUKI

Una parte del misterio que rodea al mí­tico faraón Tutankamón pudo ser aclarada por los análisis del ADN de su momia, pero los especialistas reconocen que les quedan por resolver muchos enigmas sobre su familia y su reinado, hace más de 3 mil años.


El director del Consejo de Antigí¼edades Egipcias, Zahi Hawass, confirmó el miércoles la hipótesis de los numerosos historiadores que consideraban que Tutankamón es hijo de Akenatón (Amenofis IV), pero al mismo tiempo reactivó las especulaciones sobre la identidad de su madre, descartando una de las principales hipótesis, la de la reina Nefertiti.

Hawass indicó que otros análisis de ADN van a realizarse sobre momias para tratar de saber más sobre la genealogí­a del faraón y de los otros miembros de la dinastí­a XVIII (1580-1314 AC). Los próximos resultados podrí­an ser revelados dentro de seis meses, dijo.

Una momia encontrada en el Valle de los Reyes pudo ser identificada como la del padre de Tutankamón y atribuido «casi con certeza» a Akenatón, según el Consejo de Antigí¼edades.

Las investigaciones se concentrarán ahora en una momia anónima, identificada como la de la madre de Tutankamón.

Denominada con el código KV35YL o, de manera más romántica, como la «Young Lady» (la joven dama), esa momia fue descubierta en 1898 por el arqueólogo francés Victor Loret en el Valle de los Reyes, cerca de Luxor.

«No se sabe su nombre, pero lo importante es que esta dama era hija de Amenofis III y de la reina Tiyi», abuelos de Tutankamón, declaró Hawass.

«No es pues posible que sea Nefertiti», la esposa de legendaria belleza de Akenatón, sostuvo, desmintiendo las hipótesis de algunos egiptólogos.

Hawass hizo estas declaraciones a la prensa en el Museo de El Cairo, donde está expuesto el tesoro descubierto en 1922 en la tumba de Tutankamón y los cofres de vidrio que contienen las momias de Akenatón, Tiyi y «la joven dama».

En opinión de Alain Zivie, que dirige las excavaciones francesas en Saqqara, cerca de El Cairo, el aporte de esos análisis de ADN es «muy importante», aunque es necesaria «una gran humildad antes de tener todas las respuestas» sobre un periodo tan lejano.

Michel Wuttmann, del Instituto Francés de Arqueologí­a Oriental (IFAO) de El Cairo, recalca, por su parte, que «esto hace avanzar la historia, pero es sólo una parte de la historia».

«Una gran parte del esfuerzo de investigación arqueológica concierne hoy más la organización social, la economí­a y el pensamiento que la historia de los acontecimientos», recalca.

Y, en efecto, los análisis de ADN revelan poca cosa sobre el reinado del joven rey, que accedió al trono a los nueve años de edad y murió unos diez años después.

Ese breve reinado se caracterizó por el retorno al poder de los partidarios del culto de Amón y de las divinidades tradicionales, descartadas por Akenatón, faraón «herético» adepto del culto de Atón, una forma de monoteí­smo.

Los análisis del ADN permiten descartar la hipótesis de que, en ese contexto polí­tico-religioso, Tutankamón haya sido asesinado, dado que tienden a demostrar la muerte a raí­z de un paludismo agravado por problemas óseos.

La genética nos permite saber asimismo que el faraón, conocido del gran público por su suntuosa máscara mortuoria de oro, era una persona de «constitución fí­sica frágil», explicó Hawass.

Tutankamón cojeaba a raí­z de una necrosis ósea, y su esqueleto guarda la marca de una fractura en la pierna.

De sus amores no se sabe gran cosa, pero los análisis preliminares de ADN confirman que es el padre, probablemente con su esposa Ankhesenamón, de los dos fetos embalsamados encontrados en su tumba.