Diez años después de la muerte de la princesa Diana en París, el lugar del drama es un punto de peregrinaje que seguramente permanecerá a pesar de que los devotos disminuyan porque la gente necesita «referentes» en un mundo difícil y enloquecido, según un antropólogo francés.
Cubierto de inscripciones en diferentes idiomas, de fotografías de la difunta princesa y de flores, el santuario de esa «veneración» es el monumento situado en la plazoleta sobre el túnel del parisino puente del Alma, en el lugar exacto del accidente.
A pesar de la placa de mármol que lo explica, pocos saben que la llama, réplica exacta de la de la Estatua de la Libertad de Nueva York, es un homenaje a la amistad franco-estadounidense, erigida en ocasión del bicentenario de la Revolución Francesa, en 1989.
Que dicho monumento esté ubicado en el lugar mismo donde se produjo la trágica muerte de la princesa británica evoca necesariamente un fenómeno similar que se da en otros lugares del mundo y otras culturas.
En varios países de América Latina (Chile, Argentina, Perú, México) existe el culto popular al «alma» de las personas muertas de manera trágica.
Este culto se manifiesta en el lugar del deceso y tanto más si han quedado eventuales restos (manchas de sangre) o pertenencias del difunto, en torno a las cuales se erigirá un pequeño altar o capilla para que la gente encienda velas y deposite flores.
Esas «almitas» o «animitas», como se les llama, tienen más o menos prestigio, y por lo tanto una capacidad mayor o menor para hacer «milagros» o conceder favores, según haya sido su vida, su notoriedad o si murió estando o no «en gracia de Dios».
Según el psico-antropólogo francés Guy Lesoeurs, que elaboró una memoria sobre la «peregrinación» al lugar del accidente de la princesa Diana en París, hay en los que allí van una satisfacción «narcisita» y una búsqueda de «referentes».
«Esa peregrinación responde a la necesidad de referentes», explicó el científico.
«En un mundo enloquecido, difícil, en que todo es incomprensible y complicado (…) la gente se da los referentes que puede, estrellas de cine o de la música, o bien personajes que se fabrican a su imagen. Es muy narcisista», comentó.
Para el científico, se trata también de un peregrinaje transcultural con gente que viene del mundo entero, de diversas clases sociales o actividades.
«Todos vienen por la misma razón, al mismo lugar, con la misma intención, marcando su paso o llevándose un recuerdo, de la misma manera, ya sean católicos, musulmanes o shintoistas», señaló.
El psico-antropólogo definió este aspecto como una suerte de rito, expresado en la fotografía en el lugar, los ramos de flores que allí se depositan, las inscripciones recordando que «fulano estuvo aquí» o las imágenes de Diana que se dejan como ex-votos.
Respecto a la perduración del «culto», el científico se refirió a las características de Diana, como razones para su veneración : murió joven, hizo el bien en acciones humanitarias y se trata de una princesa.
«Tiene una pluralidad y un aspecto universal que perdurarán (…) está inscrita en la memoria colectiva», concluyó.
Guy Lesoeurs, psico-antropólogo francés