Paren la especulación


Bajo el argumento de que el mercado es el gran regulador, el Banco de Guatemala adoptó la medida de liberar el tipo de cambio para permitir que la oferta y la demanda fueran los factores que determinaran su valor respecto al dólar de los Estados Unidos. Fue la época en que todo mundo se tragó la patraña de una mano invisible que se encargaba de corregir excesos y abusos y que garantizaba la neutralidad efectiva de los precios.


Hoy estamos viendo que el tipo de cambio en Guatemala se mueve al ritmo de la más burda especulación sin que las autoridades puedan hacer absolutamente nada para contener la voracidad de quienes están moviendo los hilos del incremento constante e injustificado del valor del dólar frente al quetzal, no obstante que en todo el mundo la divisa norteamericana muestra su debilidad producto del enorme déficit que existe en Estados Unidos y que ya se manifiesta en el valor del dólar.

Así­ como la desregulación del sector financiero en el mundo provocó la gran crisis del año pasado que hizo tambalear a la economí­a mundial, la ausencia de regulaciones en nuestra economí­a aldeana facilita la especulación voraz de quienes se enriquecen maniobrando con el precio del dólar y dañando seriamente al paí­s con aumentos artificiales que únicamente persiguen el lucro desmedido de unos cuantos.

Por esos abusos es que se producen acciones para establecer mecanismos de control y regulación, puesto que no existe tal mano invisible del mercado y lo que hay es una mano invisible de los largos para embolsarse ganancias injustificadas mediante el abuso en perjuicio del interés común. No ha sido casual que en el mundo las economí­as cí­clicamente tengan que volver al establecimiento de medidas de control, puesto que las mismas se producen como resultado de esa codicia desmedida que termina haciendo daño al colectivo social.

El Banco de Guatemala en este caso tiene gorda responsabilidad porque torpemente modificó las reglas de intervención en cuanto al tipo de cambio, alentando con ello a los especuladores en una decisión que no puede tomarse como un error, sino como un gesto de complicidad con los pí­caros para elevar el valor del dólar, devaluando nuestra moneda y permitiendo así­ que se produzcan millonarias ganancias que son inmorales.

Precisamente por esa su responsabilidad, que sin duda dejó bien untada la olla de algún funcionario o técnico que tuvo la brillante idea de modificar los términos de la intervención en el mercado de divisas, ahora se impone una medida enérgica para detener una devaluación que sólo se explica por la especulación insensata. Postergar las decisiones es únicamente muestra de la complicidad con los especuladores.