De manera frecuente cuando nos referimos a síntomas paranoides nos estamos refiriendo a enfermedad mental. Sin embargo, hoy en día la paranoia también constituye no solamente un mecanismo de defensa sino puede llegar a constituirse en una manifestación de sobrevivencia. Ante todo cuando nos referimos a expresiones de perspicacia y persecución.
Hablar de normalidad y anormalidad del funcionamiento psicológico siempre ha sido un tema amplio, extenso y controversial. Pero en momentos actuales en donde uno puede ser agredido o víctima de su integridad personal en cualquier ambiente y contexto. Estar sigiloso, perspicaz y atento a los posibles peligros o amenazas hacia nuestro ser se convierte en un mecanismo de sobrevivencia.
Hemos de estar conscientes que vivimos en una sociedad con múltiples expresiones de violencia. Que al ladrón ya no le interesa solamente el hecho de robar. Sino que también, desea destruir, humillar, atemorizar y matar.
La violencia la observamos como una conducta que casi se convierte en norma. La vemos, en relaciones de pareja, como una afirmación de la devaluación que la sociedad realiza en contra de las mujeres, como una intolerancia a la convivencia con lo diferente, como el deseo de que la única voluntad que importa sea la mía. También es una manifestación de la misma el hecho de permanecer indiferentes ante la vivencia actual. Nos estamos acostumbrandos a vivir con y en la violencia.
Dentro de las características primordiales de la paranoia se encuentran la desconfianza, la suspicacia, la observación de intenciones maliciosas por parte de otras personas y el sentirse perseguido, hostigado o engañado por otros.
Veamos por qué nos podemos sentir paranoides: En casa y en relaciones de pareja hemos tenido amenazas o conductas francamente hostiles contra nuestra persona, que incluyen la integridad de nuestra vida. Hemos podido ser víctimas incluso de asaltos, robos y violaciones dentro de nuestro propio hogar. Vamos por la calle y pasamos enfrente de un tiroteo, tal vez tenemos suerte de que una bala perdida no nos llegue a lastimar. En el tráfico vehicular, la gente va como peleando y es hasta peligroso tocar una bocina.
Cuando uno va caminando o dentro del transporte público o privado, ha de observar a sus alrededores por la posibilidad de encuentro con algún maleante. A veces, uno tiene tropiezos con personas que con solamente al ver sus miradas, es un aviso de cuidado y de alarma. Hay odio, resentimiento y tal vez maldad en las mismas.
Entonces: ¿Por qué no estar paranoides? Nuestra sociedad se encuentra enfermando de una manera acelerada. Y nos encontramos con fuentes diversas de impotencia, desesperanza y dolor.