«Nosotros estamos diciendo sí a otra América posible, que nacerá de la más antigua de las tradiciones americanas, la tradición comunitaria.»
Eduardo Galeano
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¡Amén! Con esta palabra, el periódico Popular tituló la edición donde dio a conocer los resultados de las elecciones generales del pasado domingo 20 de abril en Paraguay.
Semanas antes del evento electoral y de acuerdo con los sondeos de opinión, se previó un cambio en el panorama político de Asunción para los próximos años, al tomar en cuenta quiénes se perfilaban como posibles ganadores de la elección presidencial: Blanca Ovelar, candidata oficialista del Partido Colorado, primera mujer en participar en una contienda para el cargo, y el ex obispo Fernando Lugo, representante de la Alianza Patriótica para el Cambio, una agrupación que reúne a varias expresiones políticas, principalmente de izquierda, y a una veintena de organizaciones sociales.
Lugo alcanzó la primera magistratura con más del 41 por ciento de los votos válidos, lo que significa, además del giro casi total de la región sudamericana a la izquierda, el final de la administración colorada en Paraguay que llevaba 61 años y que fungió como apoyo político de la dictadura del General Alfredo Stroessner.
Aún cuando la administración Lugo no ha iniciado, las críticas de los sectores conservadores empezaron a tomar importancia entre los medios de comunicación y la sociedad paraguaya. No es para menos, el ex obispo católico no tuvo ningún tipo de reparo al afirmar, durante la campaña electoral, que la desigualdad social y la estructura económica son las causas de los principales problemas de su país, principalmente la pobreza y la inequitativa distribución de la tierra.
El reto que enfrentará el nuevo Gobierno de la Alianza Patriótica por el Cambio será, precisamente, responder al voto de la población paraguaya que se inclinó por la propuesta alterna a la política tradicional. Para varios analistas, el apoyo de algunos partidos de corte liberal constituye una amenaza para las intenciones de Lugo.
«La presencia de los liberales como principales aliados nos torna escépticos sobre la posibilidad de una reforma agraria. Pero una derrota de los colorados contribuiría a desmantelar la máquina represiva que nos aplasta», señaló Belarmino Balbuena, líder del Movimiento Campesino Paraguayo, a Le Monde antes de las elecciones.
Ya Lugo reiteró que su compromiso, más allá de la ideología, es con el pueblo. Sin embargo, la postura fijada desde el púlpito, la decisión de dejar los hábitos religiosos aún con el rechazo del Vaticano y las propuestas de campaña, demuestra el rumbo que tomará el Gobierno paraguayo con Lugo a la cabeza y al lado de otros países latinoamericanos con un fuerte enfoque social.