Paradojas del gobierno que mira a los pobres


Oscar-Clemente-Marroquin

Cuarenta y siete mil quetzales no hacen gran diferencia cuando se trata de un gasto más dentro de los miles de millones de quetzales que gasta el Estado y evidentemente no servirí­an para aliviar la pobreza de nuestro pueblo. Pero la polí­tica y el ejercicio del poder tiene mucho que ver con las percepciones, tanto así­ que el gobierno decidió que tení­a que invertir varios millones para levantar la raquí­tica imagen del Presidente con una propaganda en la que quieren hacerlo ver como una especie de Madre Teresa por su entrega y dedicación a la gente más necesitada.

Oscar Clemente Marroquí­n
ocmarroq@lahora.com.gt

 


Pero justamente en la última noche hábil del año, el gobierno le pagó a la empresa Transportes Aéreos de Guatemala la bicoca de 47,000 quetzales por el alquiler del avión privado que el Presidente de la República de Guatemala utilizó para viajar a Costa Rica a visitar a un hijo que estudia en aquel paí­s. La excusa, según el vocero, es que se trata de un estudiante tan aplicado como para justificar la visita de su papá, quien no hizo como cualquier hijo de vecino comprando boletos en una lí­nea aérea, sino que se gastó esa cantidad simplemente en el pago del avión privado que le transportó.
 
 Recién se acaba de conocer en España el uso que la Casa Real da al dinero del Estado y se ve que los viajes oficiales del Rey, de la Reina y de los Prí­ncipes de Asturias los paga el gobierno por medio de los ministerios de Relaciones Exteriores o de la Defensa, pero que los viajes privados no se cargan al erario y si hay que pagar, lo hacen del dinero que como sueldo reciben esos personajes de la realeza.
 
 Pero en Guatemala vemos que un Presidente siente que se desdora si viaja en avión comercial y hasta para ir a ver a un hijo brillante, según el parámetro de sus asesores, decide usar el dinero público y lo hace a manos llenas. Gesto que pinta de cuerpo entero la mediocridad de este individuo que ha sido toda su vida un don nadie pero que mientras fue gobernante (es un decir, desde luego), se dio lujos que jamás hubieran estado siquiera al alcance de su imaginación. Boletos de primera clase a Costa Rica no le hubieran costado mucho a un gobernante que se ha forrado con casi ciento cincuenta mil quetzales al mes durante estos cuatro años, es decir alrededor de siete millones de quetzales en lo que constituye su emolumento público y legal.
 
 Tiene que ser en verdad un pichicato para que hasta en sus gastos personales y viajes no oficiales un paí­s pobre, como él pinta al nuestro en sus anuncios de radio y televisión, tenga que pagarle sus gustos, entre los que se cuenta esa megalomaní­a de viajar en aviones privados y beber licores que antaño no podí­an estar dentro de su presupuesto.
 
 Yo creo que si alguien tiene una cuenta de banco con varios millones y los quiere gastar como se le da la gana y prefiere ir en avión privado para no tener que soportar el desaire de nadie, que pague lo que tenga que pagar. Pero por mucha que sea la vergí¼enza que siente o el resentimiento que acumula contra la gente que viaja en aviones comerciales, nada justifica que le cargue al Estado la cuenta de sus viajes personales. Si es decente debiera devolver al fisco todo lo que durante los cuatro años gastó en esos viajes personales que no son de Estado, más los viáticos que sin duda utilizó, no digamos lo que el Estado pagó durante estos años a los agentes de la SAAS que cuidaron al brillante patojo que, según cuentan los ticos, ha vivido también como si fuera miembro de la Familia Real.