Paradojas de nuestra realidad


Dentro de las actividades que tuvo la Asamblea General de la Sociedad Interamericana de Prensa en Argentina, aparte del debate sobre la libertad de prensa con énfasis en las situaciones del paí­s anfitrión y Venezuela, se comentó que la prensa deportiva es la que mantiene mayores niveles de aceptación pública porque el deporte es algo que une a los pueblos y hermana a los distintos sectores de la sociedad que se pueden tener muchas diferencias, pero comparten su afición por deportes masivos.

Oscar Clemente Marroquí­n
ocmarroq@lahora.com.gt

En Guatemala, en cambio, hace muchos años que no llega a pegar ningún periódico deportivo porque lamentablemente nuestro deporte anda de capa caí­da y por la calle de la amargura. Fuera de aquellos que se desviven por perpetuarse en la dirigencia deportiva que se desempeña «ad honórem» pero que atrae a decenas de «sacrificados» guatemaltecos que se empeñan por dedicar su tiempo a una actividad que no les produce legalmente ningún beneficio económico, la mayorí­a de la población se ha ido desentendiendo del deporte y lo prueban los escenarios vací­os, especialmente en el llamado más popular de los deportes, nuestro futbol.

La verdad es que el deporte del paí­s es un fiel reflejo del deterioro que como nación venimos sufriendo. Millones se destinan anualmente al deporte porque la Constitución de 1985 estableció un aporte muy jugoso para la promoción de la actividad deportiva en el paí­s, tanto a nivel federado como escolar y recreativo. Pero el efecto ha sido inversamente proporcional, puesto que a más dinero, menos resultados positivos y ello únicamente tiene una explicación: el dinero es mal utilizado y se pierde en corrupción.

Porque antaño, cuando no habí­a esos millones danzando en el deporte, tení­amos atletas que eran competitivos, al menos a nivel de la región. El futbol de Guatemala tuvo épocas en las que únicamente se medí­a contra Costa Rica, en Centro América, mientras que ahora Nicaragua que siempre fue la cenicienta nos pasa por encima sin dificultad. Lo mismo puede decirse del basquetbol y del béisbol, deportes en los que tuvimos épocas en las que Guatemala competí­a con los mejores de la región y ahora estamos a la zaga, junto a las otras disciplinas deportivas en las que teóricamente se han invertido millones y que han recibido el beneficio de la presencia de buenos entrenadores, especialmente cubanos, muchos de los cuales regresan frustrados a su paí­s luego de la experiencia chapina.

Sostengo que el dinero del deporte ha servido para incrementar la corrupción en el paí­s y la mejor muestra está en que los cientos de millones que se han destinado a esa actividad desde 1986 a nuestros dí­as, no han significado un cambio que tenga mí­nima relación con lo gastado. Por el contrario, vemos que el rendimiento va como el cangrejo y nadie mueve un dedo para indagar por qué se da esa situación.

Yo veo al deporte del paí­s como fiel reflejo del abandono que la corrupción provoca en todas las instituciones nacionales que también van en retroceso y de las que no queda ni el recuerdo de pasadas glorias. La necesidad de construir un nuevo orden también se refleja en el deporte, donde todos ansiamos resultados alentadores, pero nos resignamos a nuestra mediocridad como algo insuperable. Cambiar al paí­s es tarea de muchos y por algún lado deberemos empezar, pero la cuestión en ese mar de inutilidad es por dónde.