Para morirse de la envidia


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Algún secreto hermoso debe tener luchar por un puesto político que exacerba los ánimos de los candidatos para ocupar su lugar.  La competencia es loca y si uno se interpone en el camino puede salir muerto.  Entrar en la arena política es de gente dispuesta a todo.

Eduardo Blandón


Y, claro, el tesoro debe ser tan grande que compense el fin de la vida privada, las ofensas de la prensa, las sospechas de corrupción, la pérdida de honorabilidad, etcétera.  En la política conviene tener un cuero híper resistente.
 
            La demencia que provoca ocupar un puesto público queda manifiesta en la lucha, por ejemplo, por la Procuraduría de los Derechos Humanos.  Los candidatos no se dan tregua, combaten cuerpo a cuerpo, palabra a palabra, mentira a mentira, para obtener el hueso.  Y es que, claro, la recompensa es grande, el Procurador gana alrededor de cien mil quetzales al mes.  Suficiente, bastante, en un país como el nuestro.
 
Usted imagine al candidato.  En general un pobre diablo que dice tener mérito por los títulos que ostenta.  Se vuelve loco por mostrar su talento intelectual: un posgrado obtenido, por ejemplo, en Praga (bajado por Internet o recibido por un curso de una semana).  ¿Doctorados?  Hoy han perdido reputación.  Se pueden obtener a distancia o a través de cursos de poco valor.
 
Pocos se concentran en la honorabilidad.  Aquí pierde la mayoría.  El actual Procurador, por ejemplo, tiene dificultad, incluso, de pronunciar bien la palabra.  ¿Moralidad? ¿Ética? ¿Buenas costumbres?  En esa materia los candidatos en general pierden el examen.  Para su fortuna los evaluadores son los hijos de belcebú, el Padre de la mentira, (me refiero a los diputados del Congreso, que son quienes califican a los candidatos), y para quienes la honestidad es una palabra en desuso y del pasado. 
 
¿Qué promesa guarda llegar a un puesto de gobierno?  ¿Será el ánimo de contribuir al progreso del país?  Eso es lo que dicen los candidatos, juran que exponen el pellejo porque aman a Guatemala.  Se hacen llamar a sí mismos, Padres de la Patria, impulsores del desarrollo, preocupados por el futuro del país.  La verdad es que todas son mentiras.  Las motivaciones en general son rastreras y profanas: un sueldo, negocios… finalmente medrar. 
 
En general los políticos llegan a hacer negocios.  El pobre para salir de la maldición del cielo y ocupar un lugar más digno.  El rico porque siempre quiere más y sabe que el Estado es una mina fácilmente explotable.  Roban ricos y pobres, patricios y plebeyos.  Desde el que ostenta un apellido que desciende de Europa (Bélgica o España), hasta quien viene de la selva más recóndita del país.  ¿Los ricos no hacen negocios y se enriquecen más?  Examine la historia próxima de Guatemala y verá.
 
¿Cuál es el secreto escondido que mueve a tantos en la competencia por ocupar un puesto público: ser diputado, ministro, Presidente o Vicepresidente?  Hasta ahora la experiencia ha demostrado que ha sido el enriquecimiento rápido, los viaje por todo el mundo y la necesidad de poder y mandar.  Y es que debe ser fascinante comprar botellas de whisky, perfumes, chocolates y darle trabajo a la familia con solo girar instrucciones.  ¿Verdad que es para morirse de la envidia?