Para mal los tiempos han cambiado


¿Hasta cuándo a los seguidores de la escuela de Diógenes que sin ninguna vergí¼enza dicen cuánto quieren, aun dejando al descubierto su incapacidad o descaro, les vamos a permitir hacerlo impunemente? Pregunto lo anterior, porque ya se volvió de todos los dí­as que cualquiera se plante ante las cámaras y micrófonos de la prensa nacional y extranjera para asegurar que la delincuencia en Guatemala ha disminuido, cuando no pasa un solo dí­a de Dios sin que se llenen los medios de comunicación de balaceras, de muertos tirados por todas partes y de ví­ctimas de una delincuencia jamás vista, fuera por el robo de un contador de agua potable hasta arrancarle el teléfono celular a cualquier transeúnte.

Francisco Cáceres Barrios

¿Vamos a seguir conformándonos con soltar una sonora carcajada o ponernos como los once mil jicaques, cuando leemos que todo un médico y cirujano, ahora funcionario, aunque alguna vez haya leí­do a voz en cuello el juramento hipocrático, ahora tranquilamente, pueda decir tan campante que prefiere dar «un servicio hospitalario de mala calidad a no prestarlo», ¿no es esto un cinismo sin lí­mites, como el de un ex funcionario que ahora expresa su temor porque una ley transgreda principios constitucionales, pero ante los ojos atónitos del mundo haya logrado apropiarse mañosamente de bienes y recursos de entidades de gran raigambre social?

Por ello aseguro que para mal, los tiempos han cambiado. El uso moderno define al cinismo como una disposición a no creer en la sinceridad o bondad humana, ni en sus motivaciones y acciones, así­ como una tendencia a expresar esta actitud mediante la burla y el sarcasmo. No es casualidad entonces que tanto cí­nico emplee la sonrisa irónica cuando el reportero de prensa le pregunta si no le preocupan las largas colas que la gente pobre tiene que soportar para conseguir un turno de la consulta externa de un hospital nacional y en especial, cuando el médico y la enfermera se voltean a ver las caras al percatarse que la medicina que curarí­a al paciente en un dos por tres lleva varios meses de haberse agotado en la bodega de la entidad en que trabajan.

El cinismo patente en nuestras autoridades es cosa de todos los dí­as y ¡en todas partes! De esa cuenta se hacen encuestas con fines polí­tico-electorales con fondos públicos; se afirma con desparpajo haber logrado mejorar la calificación que de Guatemala se tiene sobre corrupción entre los paí­ses peor calificados en la materia; se modifican tranquilamente en los tribunales los delitos atribuidos no hace mucho con toda saña a un ciudadano; se asegura haber gastado varios millones de quetzales en reparar calles o carreteras, cuando al primer aguacero éstas quedan peor que antes y también, hasta cuando algún personaje anuncia con todo sarcasmo regresar a la vida polí­tica, cuando ha vivido de ella durante muchos años. ¿A ese paso, adónde vamos ir a parar?