La mayoría de funcionarios inútiles necesitan subalternos que “apachen clavos” y que nunca informen de lo mal que están las cosas en el país. Uno de los que se lleva las palmas en eso es el ministro de Salud Pública y Asistencia Social, doctor Jorge Villavicencio, quien más que médico ha sido un eterno burócrata que ha sabido navegar en distintos puestos públicos de carácter administrativo en posiciones siempre relacionadas con negocios de adquisiciones para el Estado; ayer comunicó al Jefe de Pediatría del Hospital Nacional de Jalapa su traslado a un sencillo puesto de salud en el municipio de Monjas, como castigo porque ese galeno, el doctor Juan Rodríguez Portillo, ha informado a la prensa sobre casos de desnutrición atendidos en ese nosocomio.
Villavicencio es de los funcionarios que se mantienen en su puesto ocultando la realidad de sus despachos a los jefes superiores y por eso le enchincha cuando un subalterno habla de la realidad que se da en el país, porque el esfuerzo del inútil chaquetero por quedar bien, se ve afectado por esa exposición franca de la realidad de un país que tiene gravísimos problemas de salud. Cuando fue director hospitalario, ese mismo eterno burócrata que usa bata de médico y estetoscopio como adorno, reprimió de igual forma a médicos, residentes, internos y personal paramédico que expusieron ante la prensa las eternas carencias de los hospitales nacionales, resultado de que las altas autoridades, ahora y siempre, únicamente están ocupadas haciendo negocios con las adquisiciones y jamás se preocupan por la salud de la población.
El doctor Rodríguez Portillo es de esos galenos que sufren inmensamente el dolor de sus pacientes y que se enerva al ver que a la Sala de Pediatría del hospital de Jalapa entran constantemente niños desnutridos producto de un sistema de salud que abandona a la madre embarazada y jamás brinda atención a los recién nacidos, al punto de que la mitad de todos los niños del país sufren de desnutrición crónica. Pero los que llegan al hospital generalmente se están ya muriendo de hambre y eso es lo que ha obligado a este doctor a denunciar la cruda realidad, para tratar de hacer conciencia en un país que permanece indiferente a una lacra social de tal magnitud y repercusiones.
Su dedicación a los niños, su indignación por la indiferencia pública y privada ante ese drama cotidiano de la desnutrición, recibe ahora el premio del mediocre ministro, quien lejos de dotarlo de insumos para salvar vidas, lo remueve y castiga enviándolo a Monjas donde su campo de acción será muy reducido. Pero no tiene la culpa el burócrata Villavicencio, sino el Presidente que lo mantiene haciendo negocios.
Minutero:
Burócrata y negociante
nada que ver con galeno;
reprimen en forma campante
y se arman día a día sin freno