El presidente electo realizará esta semana una ofensiva para diseñar una política regional contra la mafia internacional, especialmente la que maneja el narcotráfico y que afecta a México y buena parte de Centroamérica. La iniciativa es importante en el marco de la lucha contra el crimen, pero el general Otto Pérez Molina tiene que tomar en cuenta que el primer paso hay que darlo para controlar y erradicar a esa mafia local que se mantiene enquistada en el poder y que es la que asegura y abre los espacios para que los otros puedan operar con total impunidad. Es la mafia local la que ha generado el tejido de la impunidad y de la debilidad institucional que hace a nuestros países presa fácil del narcotráfico internacional.
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Esas mafias locales manejan todo el tema de la corrupción. Empezaron controlando las aduanas durante la época del conflicto armado interno y desde allí tejieron no sólo sus contactos con “empresarios honorables†que se beneficiaban del contrabando, sino que además construyeron todo el andamiaje de la impunidad, controlando la Policía, el Ministerio Público y los tribunales de justicia. Para esa mafia no existe el problema que ahora tiene Pérez Molina con el tema de la transición porque ellos siempre la hacen fácil, sin sobresaltos y asegurando su permanencia en las esferas de poder mediante el aprovechamiento de las debilidades del régimen y del gobernante.
Si a un presidente le gusta el pisto, se lo aseguran a manos llenas. Si simplemente le consumen otros vicios, nunca le faltará el trago, las mujeres, la droga o lo que le haga falta para estar satisfecho. Y se lo dan todo en una abundancia acorde con el poder, es decir, sin límites ni contemplaciones. En este gobierno vieron que la debilidad era la ambición de la esposa del Presidente y por esa vía entraron a ejercer su control, a contar con poderosos cómplices en las comisiones de postulación supuestamente para asegurar la vía libre a la candidatura de la mujer de Colom, pero con la intención de colocar a sus peones con misiones de más amplio espectro y más larga vida. No fue por gusto que la misma hermana de Sandra Torres, ahora perseguida, dirigiera junto al diputado Fajardo las negociaciones bajo la mesa para secuestrar al sistema de justicia y mantenerlo como parte de ese poder paralelo de sempiterna presencia en las esferas del poder.
Precisamente es por la impunidad, por la forma en que se han prostituido los aparatos institucionales para permitir a esa mafia trabajar libremente, que el Estado perdió control del territorio. Ayudaron, con una miopía terrible, los que pregonaron por fundamentalismo ideológico que había que reducir al Estado a su mínima expresión, pretendiendo que la eliminación de controles y regulaciones les permitiera incrementar sus ganancias y por ello terminaron siendo aliados de la mafia que, con otra idea, también perseguía la existencia de un Estado frágil e incompetente que les dejara actuar a sus anchas.
Sin esas complicidades la mafia transnacional no hubiera podido encontrar un terreno tan fértil como el que están usando en nuestro país. Y ojalá que en el marco de la estrategia regional planteada por Pérez Molina, tanto él como su ministro de Gobernación reparen en ese problema. Ellos lo conocen bien y hasta conocen perfectamente a los que dirigen los hilos y tramas de ese poder oculto que siempre encuentra la forma de aprovecharse en la transición para mantener su poder.
Se babosearon a la mujer de Colom porque la candidatura que le ofrecieron a cambio de que les dejara controlar el sistema de justicia nunca se concretó, pero su influencia está allí, a lo mejor menguada porque quiérase o no la CICIG les hizo alguna mella, pero siguen poderosos y amenazantes.