Para comprender la narrativa actual


El mundo se renueva siempre; hay formas nuevas de ver el mundo en cada vuelta de esquina.

Muchas veces, al leer un cuento actual, el lector se sorprende porque no es como los cuentos que habrá leí­do, sobre todo de esos que se escribieron hace varias décadas. De tal cuenta, surgen oposiciones y hasta cierto rechazo. Como uno de los propósitos de Diario La Hora y de este Suplemento Cultural es dar a conocer tanto lo nuevo como lo antiguo, y de ser un espacio de discusión, quisiera abordar el tema de la narrativa para permitir un mejor entendimiento del tema.

Mario Cordero
mcordero@lahora.com.gt

¿Cuántas cosas nos permanecen aún ocultas? Los narradores actuales quieren verlo todo e intentar explicarlo.

Para ello, quisiera centrarme en un pequeño cuento del alemán Richard Wagner, llamado «El cuento». A pesar de su tí­tulo poco original, es justo para su contenido, el cual transcribo a continuación.

«Este cuento transcurre siempre en la oscuridad. Como está oscuro no se ven los personajes que aparecen en el cuento. Como no se ven, no se puede garantizar que en realidad aparezcan en el cuento. Claro que el cuento podrí­a tener diálogo. Pero como no se ven los que hablan, no se sabe quién le dijo qué, cuándo, dónde y a quién le dijo qué, cuándo, dónde y a quién y así­ de antemano pierde sentido toda conversación. Por lo tanto, el cuento carece de diálogo. No hay ni personajes ni diálogo. No se desarrolla en ningún lado. ¿O en todas partes? En ningún momento especí­fico ¿O siempre? Lo único cierto es que está oscuro, hasta el punto en que todo está oscuro siempre. Se trata de mi cuento, pero podrí­a también ser el tuyo. De cualquier modo, es un cuento muy corto. En realidad no pasa del tí­tulo».

El autor, Richard Wagner, nació en 1952 en Rumania. Estudió Germaní­stica y trabajó como profesor de alemán y como periodista. Desde 1987 vive en Berlí­n.

Lo primero que salta a la vista es que «El cuento» rompe con la estructura tradicional de la narrativa. Es decir, los elementos básicos de la narrativa tradicional (personajes, tiempo, espacio, narrador, acciones, etc.) no se encuentran presentes, o, al menos, no son relevantes dentro de este texto, debido a que el autor deseó «ningunearlos» o no referirlos.

Uno por uno, se observará cómo se solapan los elementos formales de la narrativa tradicional. En primer lugar, los personajes no realizan ninguna acción, no porque no puedan realizarlas, sino que, como se refiere en «El cuento» está muy oscuro para observar a los personajes y para ver qué hacen éstos:

«Como está oscuro no se ven los personajes que aparecen en el cuento. Como no se ven, no se puede garantizar que en realidad aparezcan en el cuento.»

Ni siquiera realizan la acción básica de comunicarse:

«Claro que el cuento podrí­a tener diálogo. Pero como no se ven los que hablan, no se sabe quién dijo qué, cuándo, dónde y a quién y así­ de antemano pierde sentido toda conversación. Por lo tanto, el cuento carece de diálogo».

En cuanto los elementos del espacio y el tiempo, a pesar del concepto básico postulado por Bajtin sobre el cronotopo, refiriéndose a que toda narración forzosamente debe desarrollarse en un lugar y un momento especí­fico, «El cuento» desestima estos aspectos:

«No se desarrolla en ningún lado. ¿O en todas partes? En ningún momento especí­fico ¿O siempre?»

El único elemento de la narrativa que aparece claramente es el narrador, ya que éste no se puede desligar de la relación; sin embargo, el narrador no asume su responsabilidad, e incluso, hace dudar de que esta historia sea narrada por él:

«Se trata de mi cuento, pero podrí­a también ser el tuyo».

Por lo que al final, sólo se puede tener la certeza de dos aspectos, la oscuridad y el tí­tulo del cuento:

«Lo único cierto es que está muy oscuro, hasta el punto en que todo está oscuro siempre. En realidad no pasa del tí­tulo».

Es por estas razones, que, dada la ambigí¼edad del análisis básico de la teorí­a de la narrativa, se debe buscar una nueva teorí­a que explique este cuento.

Lauro Zavala, en su obra «Cómo estudiar el cuento» esboza la diferencia que existe entre el cuento clásico, el moderno y el posmoderno, que se observa a continuación:

EL CUENTO CLíSICO:

Como el de los Hermanos Grimm o los realistas rusos del siglo XIX. Tiene un carácter realista.

Temporalmente, es una sucesión de acontecimientos organizados en orden secuencial.

Especialmente está descrito de manera verosí­mil, busca crear el efecto de realidad.

Sus personajes son convencionales, construidos desde el exterior a la manera de arquetipos.

El narrador es confiable, sin contradicciones, de carácter omnisciente. Su objetivo es ofrecer una representación de la realidad.

Los finales son epifánicos, es decir, reveladores. Una verdad en sus últimas lí­neas.

EL CUENTO MODERNO

Como los de Franz Kafka. Tiene un carácter antirrealista.

Temporalmente, está organizado a partir de la perspectiva subjetiva del narrador o protagonista.

Especialmente se presenta desde una perspectiva distorsionada del narrador o protagonista. Es antirrealista.

Sus personajes, son convencionales, construidos desde el interior de sus conflictos personales.

El narrador adopta distintos niveles narrativos, todos con contradicciones entre sí­. Es poco confiable y tiene tono irónico.

Tienen finales abiertos, pues no concluye en una revelación o epifaní­a, o bien hay más de una epifaní­a. Tradición antirrealista. Estructura arbórea, porque admite muchas posibles interpretaciones.

EL CUENTO POSMODERNO

Como los actuales. Es un simulacro de un cuento clásico, pero con carácter irónico.

Temporalmente, aparenta respetar el orden cronológico de los acontecimientos, pero es un simulacro de contar una historia, puede eliminar referentes.

Espacialmente, se muestran realidades virtuales que sólo existen a través del mecanismo de evocación, es decir, de un proceso intertextual.

Sus personajes, aparentemente, son convencionales, pero tienen perfil paródico e intertextual.

El narrador es autoirónico y no lo oculta. Puede desaparecer del todo. Su intención no es guiar al lector; el narrador sólo está para interpretar la historia a su modo.

Sus finales, aparentemente, son epifánicos, más bien irónicos; hasta las epifaní­as son intertextuales.

Con estas condiciones, se puede catalogar «El cuento» dentro de la clasificación de Zabala de cuento posmoderno. En el tiempo y el espacio, son referidos sólo por evocación, se eliminan referentes y, por consecuencia, son virtuales: No se desarrolla en ningún lado. ¿O en todas partes? En ningún momento especí­fico ¿O siempre?

En el aspecto de los personajes, dada su condición de ausencia o presencia no establecida con certeza, tienen un perfil paródico: Por lo tanto, el cuento carece de diálogo. No hay ni personajes ni diálogo.

El narrador es irónico, ya que no cuenta nada porque no puede ver las acciones. Además, desaparece al cargar la responsabilidad de la narración al lector. «Se trata de mi cuento, pero podrí­a ser también el tuyo», dice «El cuento».

Y, por último, el final es epifánico e intertextual. En este aspecto, habrá que detenerse a analizarlo con mayor profundidad.

Aparentemente, «El cuento» no expresa nada. Debe tomarse los dos elementos que expresa el narrador con certeza que existen: la oscuridad y el tí­tulo.

«El cuento» bien podrí­a tratarse de una crí­tica a la narrativa tradicional (clásica y moderna, según Zabala), ya que destruye todos los elementos de costumbre de la teorí­a de la narrativa. Y más que eso, podrí­a tratarse del surgimiento de una nueva narrativa. La epifaní­a, según el DRAE, es, en su primera acepción: «Manifestación, aparición».

Por lo cual, puede decirse que este cuento puede ser el nacimiento del cuento posmoderno (aunque no es el primero, pero el autor eso querrá expresar). Refuerza esta interpretación el tí­tulo, uno de los dos elementos certeros del cuento. El tí­tulo es «El cuento». Morfológicamente, el artí­culo «El» le confiere un carácter único. No está expresando «un cuento» ni «algún cuento», que tendrí­a un valor indeterminado. Está expresando «el cuento» en su aspecto genérico, no sólo de este, sino de todos los cuentos.

Además, la oscuridad también refuerza el carácter epifánico. Se debe recordar que todas las historias de «la creación» de la humanidad, inician con el aspecto de oscuridad:

En la Biblia: «En el principio, cuando Dios creó los cielos y la tierra, todo era confusión y no habí­a nada en la tierra. Las tinieblas cubrí­an los abismos mientras el espí­ritu de Dios aleteaba sobre la superficie de las aguas».

En el Pop Wuj: «í‰sta es la relación de cómo todo estaba en suspenso, todo en calma, en silencio; todo inmóvil, callado y vací­a la extensión del cielo. Solamente habí­a inmovibilidad y silencio en la oscuridad, en la noche».

Se observa, pues, cómo «El cuento» evoca (carácter intertextual) historias de la creación, por lo cual, se infiere que esta obra desea ser el surgimiento de una nueva narrativa.

Sin embargo, hay un detalle más fino que se debe tomar en cuenta, más allá de la forma; y es que la oscuridad que inunda «El cuento», es la misma que nos ensombrece a todos nosotros en la actualidad. Podrí­a preguntarse muchas cosas, que, a pesar de los adelantos tecnológicos, aún permanecen ocultos. ¿Cuántas cosas que usted quisiera saber pero que le están vedadas? Todos vivimos en este tiempo, y los narradores quisieran descifrar y explicar el mundo.