Actualmente el impacto más directo de la crisis económica en Guatemala se siente por la falta de confianza que repercute en la toma de decisiones para inversiones futuras, puesto que aunque empieza a reducirse el ritmo del comercio exterior y se estanca el crecimiento de las remesas que envían los guatemaltecos que viven afuera, no hay en términos reales una reducción drástica que nos golpee de manera inmediata, aunque es obvio que todos entendemos que se vienen días duros y por lo tanto se toman medidas para enfrentarlos de mejor manera.
Sin embargo, nuestro Banco de Guatemala cedió a la presión de los exportadores y adoptó una política cambiaria que está ya haciendo estragos y que puede considerarse como el aporte nacional para agravar la crisis. En efecto, el quetzal ha llegado a sus niveles más bajos de los últimos años luego de que la autoridad monetaria implementó políticas que tenían la manifiesta intención de atender la vieja demanda de los exportadores para recibir más quetzales por cada dólar. Según la mayoría de expertos, tomando en cuenta el nivel de las divisas internacionales y el ritmo de nuestra actividad económica, el valor de nuestra moneda debió tender a la apreciación y no a la devaluación, pero simplemente hubo una decisión política para facilitar que el curso fuera en el sentido opuesto.
El problema se hará muy sensible en la medida en que se incrementen los precios de los bienes de consumo y de muchos servicios que requieren de materia prima e insumos importados que se tienen que pagar en dólares y que son la mayoría de lo que existe en el mercado local. Y el constante paso hacia mayores índices de devaluación monetaria viene a golpear también esa confianza que en materia económica resulta tan importante y en términos generales tan decisiva, porque no olvidemos que los factores subjetivos son cruciales en la economía.
Nuestras exportaciones no aumentarán porque el quetzal se devalúe, puesto que la mayoría de nuestro aporte al comercio exterior está sujeto a cuotas o no depende del precio como factor esencial. En cambio, las importaciones insustituibles se van a encarecer golpeando seriamente la capacidad adquisitiva de la población y generando una peor sensación frente a la crisis, porque si vemos que todo apunta a ir mal y además nuestra moneda vale menos, para agradar a los exportadores, es natural que el sentimiento colectivo apunte a pesimismo que nos hará caer en crisis más rápidamente.
Si la devaluación fuera por factores reales, pues qué remedio, pero siendo obra de una especulación para agradar a un pequeño sector, resulta inaceptable.