Para adelante


En el fin del año es muy corriente que pasemos revista de los acontecimientos que ocurrieron durante el ciclo de doce meses que es tan significativo para la especie humana, y al mismo tiempo que se hagan propósitos para el ciclo que se ha de iniciar a las cero horas, en el arranque del año 2008. Creemos que siempre es bueno tener un ojo puesto en la historia para no repetir los mismos errores, pero que debemos concentrar la atención no tanto en lamentar lo que tenemos (porque nuestra realidad tiene pocos motivos para celebrar) sino que entender los desafí­os que se nos presentan y que pueden convertirse en logros ahora que no sólo vamos a cambiar de almanaque sino también de gobierno.


Acaso de lo más rescatable del año que terminó sea el informe que sobre el desarrollo humano presenta Naciones Unidas porque en el mismo se encuentra una especie de radiografí­a de nuestra realidad y de una buena lectura del mismo se pueden sacar valiosas conclusiones sobre cuáles son las áreas en las que es más urgente poner atención. Creemos que es imperativo que Guatemala diseñe un programa de alimentación para sus niños que ponga fin al problema ancestral de la desnutrición que ha encontrado en lugares como Chiquimula y Zacapa expresiones publicitadas por los medios pero que en lo cotidiano de la vida rural se multiplican a lo largo y ancho de la geografí­a patria.

En Guatemala tenemos varias guí­as sobre lo que debemos hacer y el rumbo que le debemos dar a la patria, pero nos falta el entendimiento para utilizarlas con sabidurí­a. Entre el informe de nuestra patética condición en desarrollo humano, aspecto en el que apenas superamos a Haití­ en toda la América Latina, y el contenido de los Acuerdos de Paz podrí­amos tener definida una agenda de inversión social y de compromiso polí­tico de tal envergadura como para garantizar la transformación de la sociedad.

Sin embargo, a estas alturas ya el voluminoso informe de Naciones Unidas está en los anaqueles de algunas bibliotecas durmiendo el sueño de los justos y los Acuerdos de Paz no lograron cobrar vida saliendo de las gavetas donde los colocaron las partes. Y por ello es que ahora, cuando sentimos indispensable el compromiso de ver para adelante y de hacer las cosas que realmente importan sin quedarnos en la superficie, es fundamental que rescatemos esa información valiosa para utilizarla como guí­a en el diseño de la polí­tica a implementar para garantizar ya no sólo la paz firme y duradera, sino la oportunidad de que nuestros compatriotas puedan encontrar medios para realizarse plenamente en el entorno mismo de la tierra que les vio nacer. Ojalá, y es nuestro mejor deseo para el 2008, Guatemala inicie por fin el sereno pero necesario proceso de cambio para superar la intolerancia, la exclusión y la inequidad.