Hoy se cumplen 32 años de la masacre de Panzós: un crimen que sigue hablando de la postura estúpida y brutal del Estado que a través del Ejército reprimió todo indicio de organización popular durante el conflicto armado y perpetró con ello el genocidio contra la población indígena de nuestro país.
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¿Cuánto tiempo más permanecerá la impunidad de ese crimen cuyo autor intelectual es el Estado? ¿Cuánto tiempo más permanecerá esa herida abierta en nuestros hermanos?
Pero esa masacre, como muchas de las ejecutadas posteriormente por el Ejército bajo la orden superior del Estado, también nos habla de la lucha incansable de las comunidades campesinas por el acceso a la tierra la cual se ha ido transformando en una reivindicación del propio derecho a la vida. ¿Cuánto tiempo los mismos poderosos seguirán siendo dueños ilegítimos de la tierra que trabajan los hombres y mujeres del campo?
El 29 de mayo de 1978, día de la masacre, marcó la pauta hacia una estrategia de aniquilación de la población maya y la política de tierra arrasada que ejecutó posteriormente el Estado represivo.
Sin embargo, la amenaza aún es latente pues los desalojos y despojos de la tierra a los campesinos continúa en la actualidad; esto es evidenciado por la permanencia en ese territorio de grupos de poder y empresas que se han apropiado de la tierra que le ha costado sangre a esas comunidades.
En el informe de la Comisión para el Esclarecimiento Histórico (CEH) estudia la Masacre de Panzós en el Caso Ilustrativo número 9, el cual detalla que durante la Reforma Agraria los pobladores de esa localidad iniciaron su lucha por la propiedad de la tierra a través de la conformación de comités agrarios locales: en aquella época les fueron adjudicadas unas 2 mil 300 hectáreas a las comunidades indígenas.
Sin embargo, la contrarreforma (producto de la intervención de los Estados Unidos en coordinación con el Ejército de Guatemala al servicio de los grupos más poderosos del país) la mayoría de las tierras fueron devueltas a los antiguos finqueros.
La capacidad de organización de los campesinos de Panzós creció en esa época y a través de ella reivindicaban la titulación de las tierras, lo que provocó la «alerta» de los finqueros y su irracional respuesta represiva.
Así vino la masacre: cientos de hombres, mujeres, ancianos e infantes se organizaron para marchar hacia la plaza central de cabecera municipal de Panzós. Uno de los manifestantes declaró a la CEH: «La idea no era pelear con nadie, lo que se pedía era la aclaración de la situación de la tierra»; pero esa pareció ser una razón suficiente para que el Ejercito abriera fuego contra todos y todas sin importar su edad. Las ejecuciones extrajudiciales continuaron por semanas.
Hoy se cumplen 32 años de ese crimen masivo y exactamente el mismo tiempo en el que los militares, que ejecutaron la masacre han permanecido blindados por la impunidad que les da el uniforme. ¿Cuánto tiempo más esperará el Ministerio Público para individualizar a los victimarios? ¿Cuánto más para que llegue la justicia?
Por el derecho a la tierra, a la memoria y a la justicia; recordamos a los héroes indígenas que dieron su vida por un Panzós libre y justo, un Panzós para todos y todas.
«Cuando la herida viene de muy lejos la sangre derramada no se seca, lleva en sí misma una tristeza opaca y nunca se podrá lavar del todo», Mario Benedetti.