PANZONAS O NALGONAS


La epidemia de la obesidad que ya se instaló en la sociedad gringa, la está afectando cada dí­a más y ahora se les complica porque la presión alta, las enfermedades del corazón, los derrames cerebrales y la diabetes que son consecuencia del hartazgo de hamburguesas, pollo grasiento y papas fritas la están enfermando más tempranamente.

Dr. Carlos Pérez Avendaño

El diagnóstico de obesidad siempre se ha hecho midiendo el peso y la estatura, y con ello se calculaba el «í­ndice de masa corporal». Sin embargo, ahora se sabe que no solamente es la cantidad de grasa acumulada sino que, además, y sobretodo, es la calidad de la grasa, lo de más impacto. La grasa que el o la gorda acumulan en el abdomen es una grasa tóxica que inflama y que afecta los órganos internos como el hí­gado y el corazón, mientras que la grasa que se acumula en las nalgas es mucho menos dañina y, además, a la mujer la hace estéticamente más atractiva. Es más, a los maridos les gustan más las nalgonas que las panzonas.

Cuando para diagnosticar obesidad se utiliza únicamente el peso y la talla, se corre el riesgo de cometer errores. Es que hay hombres y mujeres musculosos que tienen muy poca grasa, pueden pesar más de lo normal pero no son obesos. Por otra parte una mujer que es delgada pero que tenga grasa acumulada en el abdomen aunque no tenga sobrepeso, es obesa.

El í­ndice cintura-cadera es de más confianza para diagnósticos de gordo panzón.

Todo panzón o panzona, a la hora de medirlos, tienden a meter la barriga, sobre todo cuando se les mide acostados, por eso es que es mejor hacerlo cuando están de pie, al estilo de la modista o del sastre, pasando la cinta métrica por el nivel del ombligo. Naturalmente que cuando la barriga cuelga, y el ombligo queda hasta abajo, la cosa es tan evidente que el diagnóstico de «gordo panzón» salta a la vista y no precisa mediciones. Luego se mide las caderas y con la calculadora se divide la medida de la barriga entre la medida de las nalgas. En las mujeres esa división, ese í­ndice, debe ser menos de 0.85 y en los varones menos de 0.95. Si usted estimado lector ya va llegando, va por mal camino.

No tardarán las compañí­as de seguros en solicitar al médico examinador que incluya esos datos en su informe y si usted, gordita hartona, es clasificada como «gorda nalgona» alégrese porque el pronóstico no es tan malo y probablemente habrá de pagar menos por su seguro ya que los riesgos son mucho menores que los de su marido cervecero que fue clasificado «gordo panzón» quien acumula, además, grasa tóxica en sus ví­sceras. El sí­ padecerá de diabetes, de infarto, de presión alta, o de derrames.

Todo lo anterior no deberá malinterpretarse. El ser gordo, siempre es y será malo, sobre todo para aquella mujer casada que quiere mantenerse atractiva para su marido. Lo peor es cuando entusiasmados, quieren acariciarse y se encuentran con dos barrigas prominentes, que chocan y con sus retortijones no permiten que los abrazos sean apretados.