Pandillas en Guatemala, cáncer social


En Guatemala, las pandillas se han convertido en una problemática social, debido a que sus integrantes cometen todo tipo de ilí­citos y atemorizan a la ciudadaní­a, las que más predominan son la Mara 18 y la Salvatrucha. La base de la primera se encuentra en Carolingia, zona 6 de Mixco, mientras que la MS-13, está en Ciudad del Sol, Villa Nueva.

Mariela Castañon
lahora@lahora.com.gt

SIMBOLOGíA.PERFIL PSICOLí“GICO

De acuerdo con analistas de la Sección de Control de Maras, de la División de Investigación Criminal (Dinc), la pandilla 18 es la que tiene mayor presencia en el paí­s, aunque su base se encuentra en Carolingia, el cerebro de la misma está en la cárcel de Chimaltenango, desde donde cometen todo tipo de ilí­citos, que van ligados a robos, extorsiones y asesinatos, por medio de intermediarios. En cambio, la cabeza de la MS-13 está dispersa.

A decir de las autoridades, ambas son sanguinarias y problemáticas, están dispuestas a realizar cualquier daño, a cambio de lograr su cometido. Uno de los factores que preocupa es que cada vez, menores de edad y mujeres se involucran en las actividades delictivas. En el caso del primer grupo la situación se torna «muy difí­cil», porque aunque violen y maten, son absueltos por los Tribunales de Justicia, ya que son inimputables.

Orí­genes

De acuerdo con estudios realizados sobre estos grupos, ambas pandillas surgieron de los conflictos en El Salvador, Guatemala, Nicaragua y durante la década de los años ochenta. Varias personas huyeron al Norte, incluyendo jóvenes, quienes se radicaron en los barrios más pobres en Los íngeles, pero como su educación era deficiente y ellos ilegales, muchos no pudieron encontrar trabajo, factor que facilitó que se involucraran en hechos delictivos.

Los muchachos fueron incorporados a las pandillas de vecindarios, como la Crips and Bloods, de origen afroamericano, la pandilla México-americana EME de inmigrantes ilegales y la Mafia Mexicana. Algunos de los hombres, especialmente los de El Salvador se unieron a la pandilla multiétnica, Calle 18; M-18. Otros salvadoreños fundaron la Mara Salvatrucha (grupo de salvadoreños inteligentes o astutos), conocida como MS-13, para competir con la Pandilla Calle 18 porque consideraban que los salvadoreños en esa mara eran traidores. La MS-13 se adjudicó el número 13, porque era el lugar donde residí­an muchos salvadoreños.

Cuando las leyes antiinmigratorias estadounidenses se tornaron severas y los conflictos civiles en El Salvador y Guatemala finalizaron a inicios de la década de los años noventa, los miembros de las pandillas fueron deportados a sus paí­ses de origen, luego de cumplir su sentencia en prisión.

Estos grupos regresaron y se establecieron en las sociedades pobres y destruidas, como consecuencia de las guerras, las clicas (células o grupos), se quedaron para instalarse.

En 1992 la MS-13 se radicó en El Salvador y reemplazó a pandillas menos violentas y sofisticadas. La Pandilla Calle 18, se convirtió en M-18 y se estableció en el mismo paí­s centroamericano.

Posteriormente se expandieron a Honduras, Nicaragua y México; actualmente la sede mundial de la MS-13 y la MS-18, es Los íngeles

¿Puede un pandillero cambiar?

A decir de Emilio Goubaud, director regional del programa hacia una Polí­tica Pública Regional en Prevención de la Violencia Juvenil (POLJUVE – INTERPEACE), los pandilleros pueden modificar su conducta, a través del afecto, la honestidad y el ejemplo, que otras personas les demuestren. Ellos agradecen la sinceridad, porque de pequeños fueron engañados, todos les mentí­an, estaban acostumbrados a que todos los usaran, destacó.

Según se indicó, para evitar que más niños se involucren en actos delictivos es necesario que las jornadas educativas sean completas, porque después de las 12:30 los niños están libres y a merced de gente mala.

Goubaud añadió que los infantes que viven en zonas de riesgo encuentran más cerca un prostí­bulo, una cantina, negocios de videojuegos violentos, que un teatro o lugar donde puedan hacer deporte.

Aunque existe el programa de «escuelas abiertas» implementadas por el Gobierno, la apertura de éstas es el fin de semana, cuando los niños están acompañados de un adulto, dijo.

El éxito de estas actividades se podrá realizar sólo por medio de voluntad polí­tica y del cuidado de las «criaturas», que están en riesgo de caer en manos de las pandillas, concluyó Goubaud.

José Felipe Garcí­a, del Movimiento Social por los Derechos de la Niñez, Adolescencia y Juventud en Guatemala, coincidió en que los infantes deben ser protegidos de las pandillas, ellos son el presente y el futuro del paí­s, merecen vivir dignamente, dijo.

ORGANIZACIí“N


Según los analistas de la Sección de Control de Maras de la Dinc, la estructura de ambas pandillas tienen un esquema similar, el cual tiene la siguiente forma: el lí­der, es el cabecilla de la banda; le sigue el sublí­der quien es el segundo jefe; el negociador, que comercia las actividades ilí­citas; el supervisor, es el encargado de verificar por las acciones de sus subordinados, quienes son el tesorero, el encargado de venta de droga y el reclutador; le sigue el cobrador de impuesto o rentero; encargado de armas, que es quien provee los instrumentos bélicos; el encargado de hurto o robo de vehí­culos; y por último el bandera, que es el designado para «dar esquina», es decir que avisa cuando la policí­a u otro marero que no sea de su banda, está en su territorio. Cabe destacar que en este organigrama el sicario, quien en la mayorí­a de veces es un menor de edad, recibe instrucciones directas de parte del lí­der para realizar todo tipo de delitos o crí­menes.

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Los estudiosos de este tema señalan que el lenguaje, los graffiti y los tatuajes son caracterí­sticas que distinguen a ambos grupos, algunos ya se han logrado descifrar, sin embargo, señalan que son figuras y significados copiados de otros paí­ses.

En ambas pandillas, los nombres que aparecen en los graffiti son los apodos con los que se les conoce a los pandilleros, los cementerios dibujados o la palabra «memory», son signos que destacan la muerte de un marero, que perdió la vida por «su pandilla».

En el caso de la M-18 las letras que sobresalen en las casas o paredes que ellos autodenominan su territorio o propiedad, son LSC, que significa Little Psicol Criminal, (pequeño criminal psicótico); así­ como la palabra RIP, que es identificada como «descansen en paz», además se caracterizan por colocar letras como HIP HOP, donde dan a conocer el tipo de música que escuchan. En los tatuajes varí­a mucho, por lo regular son significados muy propios, dice el detective de la Dinc.

En una ocasión, se capturó a un delincuente del grupo M-18, éste tení­a varias letras en todo el cuerpo, la traducción de ellas fueron las clicas que levantó o creó en ciertos lugares, se indicó.

En el caso de la Mara Salvatrucha, es muy usual que coloquen las iniciales MS. Pero otros graffiti que los distinguen de la otra pandilla son caras de payasos, que quiere decir «vida loca», también plasman letras como CLS, es decir Coronado, Loco, Salvatrucha; las coronas significan las células de la M-S.

Por otro lado, la imagen de la muerte con una cruz, su interpretación es que éstos están listos para morir por su mara; el ojo significa que alguien está siendo vigilado por este grupo; y la mano con uñas largas indica que realizan ritos satánicos en el lugar.

La forma como ambas pandillas colocan las manos, son los abecedarios que ellos mismos han inventado, las dos maras tienen su propio vocabulario.

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Según diagnósticos realizados por las autoridades policí­acas, un marero posee las siguientes caracterí­sticas: Fanfarronea, amenaza o intimida a otros; inicia peleas fí­sicas; utiliza armas que pueden causar daño fí­sico o grave a la gente; manifiesta crueldad fí­sica con las personas y los animales; roba enfrentándose a la ví­ctima; forza a alguien a tener relaciones sexuales; provoca deliberadamente incendios y destrucción a la propiedad privada; miente para obtener bienes, favores o para evitar obligaciones.

¿Por qué se involucran los jóvenes con las pandillas?

De acuerdo con Emilio Goubaud, director regional del programa hacia una Polí­tica Pública Regional en Prevención de la Violencia Juvenil (POLJUVE – INTERPEACE), el problema de las maras se ha convertido en un fenómeno social, que se origina por el entorno en que estas personas viven, el cual tiende a ser difí­cil.

Goubaud, destacó que por lo regular los muchachos, en su infancia, están expuestos a presenciar cuadros crí­ticos, es por ello que muchas veces prefieren abandonar sus hogares, porque no pueden soportar que sus padres les peguen, hasta les quiebren las costillas o peor aún ver como violan a su mamá o a su hermana.

El profesional dijo que esto no justifica el daño que provocan a la demás gente, pero son factores que los empujan a comportarse de forma inadecuada en el futuro. Los pequeños son lanzados a manos criminales, quienes esperan por ellos para que tomen su lugar posteriormente.