Palabra de Canciller



Para los ingenuos que han pensado que la visita de Bush es una oportunidad para Guatemala, la declaración formulada por el canciller Gert Rosenthal ha sido lapidaria. Este tipo de visitas rara vez dejan algo, dijo el Ministro de Relaciones Exteriores y uno de los más experimentados diplomáticos de todo el paí­s, quien desde la dirección de organismos multilaterales ha podido constatar el carácter vací­o de las visitas que se hacen entre sí­ los jefes de Estado.

Bush anda en un periplo por América Latina tratando desesperadamente de contrarrestar el peso creciente de Chávez en la región. Los temas escogidos para justificar la visita en cada uno de los paí­ses son el dulce para babosear a las comunidades que serán visitadas y en el caso de Guatemala, por mucho ingenio que trataron de usar los asesores de la Casa Blanca, no pudieron sino encontrar el tema de la diversidad cultural como causa y razón de la visita. El Presidente de los Estados Unidos, rezaba el documento original, quiere experimentar esa riqueza. Lo que no dijeron es que la pudo experimentar de primera mano visitando uno de los centros de reclusión donde tienen presos a los inmigrantes ilegales.

Hay que aplaudir al canciller Rosenthal por la entereza de afirmar lo que todo mundo sabe pero nadie se atreve a decir. Esa visita no dejará nada para Guatemala porque ninguna de tales visitas tiene efectos importantes. Muchas veces se trata de acciones que tienen proyección hacia el «mercado interno», es decir, se planifican para impresionar al público del presidente viajero. En este caso se trata de que los norteamericanos vean a un Bush compasivo, preocupado por las cuestiones del ambiente y que pueda mostrar su rostro amigable con algún nativo de la América Latina.

Les urge apartar la imagen del Bush que se ve atolondrado por la andanada de malas noticias que llegan todos los dí­as de Irak y de Afganistán y de paso desvirtuar, o intentarlo al menos, la idea de que América Latina le importa un pepino no sólo al actual Presidente de los Estados Unidos, sino a ese paí­s y sus dirigentes. Porque la verdad sea dicha, si Bush ha ignorado a la región durante seis años, tampoco ha tenido ninguna presión ni de los polí­ticos ni de los empresarios para cambiar de tónica.

Por ello tiene y cobra mayor importancia la imagen de las reacciones que despierta en el continente la visita de Bush, porque es la contraparte al objetivo final del viaje. Por lo menos permite ver que hay balance, que no todo es esa parafernalia que rodea a una visita que, como bien dice el Canciller de Guatemala con su amplia experiencia, rara vez deja algo. Algo que no sea, por supuesto, alterar el ritmo normal de vida de un paí­s agobiado por sus propios problemas que ahora sirve de escenario para el lucimiento de Bush.