Paí­s imaginario


La próxima semana inicia en Perú el evento «Paí­s imaginario», que busca reunir a los exponentes de la poesí­a joven en Latinoamérica.

Algunos de los poetas que ahí­ se darán cita, respondieron a algunas preguntas, incluido el guatemalteco Alan Mills, quien presentará el martes, en ese mismo evento, su libro «Sí­ncopes».

Mario Cordero

1. ¿Qué relación encuentras entre la realidad y la poesí­a y cómo te llevas con eso?

Alan Mills (AM, Guatemala): 1.-En mi obra quiero que emerjan, al mismo tiempo, un cierto paisaje social y los más profundos, í­ntimos y angustiantes laberintos, produciendo confusión entre lo meramente alegórico y la documentación del paisaje social mentado. Me interesa ponerme en crisis, que nuestro destino sea diluirnos en un absurdo tan doloroso como redentor.

Jorge Hurtado (JH, Perú): La realidad es una cárcel imposible, como el lenguaje. Lo importante no es aprehenderla ni decodificarla, sino percatarnos cómo funciona ese mecanismo donde cada uno de nosotros inventará su posibilidad vital. Esta posibilidad no necesariamente es la afirmación de la vida, en su concepto más simple, sino esa posibilidad que necesitamos para seguir respirando, así­ sea en la semiasfixia. Siempre hemos buscado trastocar la realidad, destruirla y desenmascararla para habitar en la desfascinación perfecta. En un estado de nostalgia perpetua donde solo la Verdad es la única realidad posible. Ví­ctimas de nuestros propios afanes, nos entregamos a la búsqueda de nuestra libertad, en un juego de relaciones enraizadas en la desesperación. La poesí­a es la única que puede crear a partir de la desfascinación. La poesí­a no emplea la realidad y el lenguaje, sino los reinventa. Se desplaza por todos los planos para no ser una mera copia de las emociones. La poesí­a desborda la realidad, así­ sea difí­cil asumir una posición donde la realidad aparente ir más allá de nosotros mismos. La realidad no destruye al hombre, la realidad no somete mediante las circunstancias, es uno el se que ha quedado maniatado porque no ha aprendido a asumir esa posibilidad vital: vivir en el deslumbramiento constante que significa la poesí­a. Asumir la poesí­a es ir hacia todos los lí­mites, así­ eso signifique cientos de navajas que se pegan a nuestros cuerpos o un delirio constante.

José Manuel Barrios (JMB, Uruguay): Suele hacerse una dicotomí­a entre ambos planos, herencia creo yo de malos hábitos realistas. Me parece que el proceso de creación artí­stica es una forma de internalización y de verbalización del mundo como lo es todo otro discurso. Pienso ambos planos conformando un mismo estí­mulo: digestión del socius y construcción de mundo en un mismo proceso. La poesí­a desestitucionaliza el lenguaje para decir cosas que comienzan a existir porque ella crea los nexos para pensar el mundo de esa manera, nombra y al nombrar produce.

Héctor Hernández Montecinos (HHM, Chile): Desde que comencé a escribir me interesé por superar la dialéctica de realidad/poesí­a, y esas cosas de vida real y obra efectiva, de hecho todo lo que he escrito parte desde una tensión crí­tica entre la ficción y la escritura. Creo que la ficción es el nuevo género literario en la escritura, porque allí­ no hay género, cabe la novelí­stica de Bolaño o Vila-Matas, el cruce ensayí­stico de Piglia, las poéticas del peruano Enrique Verástegui, el cual ha llegado más lejos en su delirio del conocimiento humano, y son muchos más. La poesí­a es un género realista porque en cada momento anuncia su desaparición, y esa es su ficción que la hace luminosa y nómade.

2 ¿Podrí­as analizar brevemente lo que ocurre en tu paí­s con respecto al arte y relacionarlo con la realidad polí­tico/social?

A.M.: No sabrí­a cómo resumir algo tan complejo, pero quizás podrí­a decir que desde la firma de los Acuerdos de paz hace 10 años, el sector que más se ha desarrollado en la vida nacional es el cultural y artí­stico. Tenemos un escenario muy potente, con propuestas de mucho riesgo que plantean reflexiones y aproximaciones radicales a nuestra historia y nuestro presente convulso. Surgen poetas que se nutren de diversas experiencias no solamente locales y que están también desplazando los criterios conservadores con que se ha entendido la poesí­a en el paí­s (Julio Serrano, Luis Méndes Salinas). Hoy se quiere hacer una poesí­a que dé cuenta de nuestras múltiples fracturas frente al lenguaje y la realidad, y ojalá surjan más editoriales, revistas y antologí­as que apuntalen este proceso de cambio iniciado desde los 90’s. Los artistas estamos dialogando con toda la energí­a de nuestro talento y con toda la pasión por reinventar un territorio que nos duele y nos maravilla.

J.H.: El arte en el Perú ha planteado nuevas formas de cuestionar su devenir. A pesar de los cánones que han orientado los discursos y presupuestos artí­sticos, ha habido picos donde la literatura y el arte han llegado a un punto que uní­a toda la dispersión existente. El panorama el arte peruano es muy amplio. La experiencia en los años ochenta, por ejemplo, hizo que nuevos planteamientos artí­sticos aparezcan con fuerzas diferentes. En el aspecto polí­tico, el Estado nunca ha asumido un rol importante en la formación ni incentivo de los artistas. Nunca ha habido un compromiso real con el arte, a pesar de poseer mucha normas o decretos, nada de eso se cumple. Existe una frase dicha por el escritor chileno Roberto Bolaño, que los artistas no deben esperar a los Mecenas, y el único mecenas es el vací­o. Esta frase en el Perú es una brutal realidad. La regla. Y en provincias, ya pues, es el vací­o más agresivo.

J.M.B.: Es difí­cil hallar las lí­neas contextuales en relación al fenómeno artí­stico. La crisis del 2002 me parece una crisis bisagra, que tocó áreas muy sensibles no sólo en el living de casa sino también en las cuerdas donde tendí­amos ropas demasiado gastadas sobre la azotea de noche latinoamericana. Fue (y sigue siendo) una crisis de identidad nacional, la pauperización del paí­s hizo que el grado de elitización cultural aumentara. No obstante los cambios polí­ticos han hecho una indudable apertura para el crecimiento y la diversificación creativa que, pese a la torpeza de su performance, no deja de ser algo grato. Pero esto todaví­a está muy relacionado a contextos limitados y muy circunscriptos, además de lo local está todo el fenómeno de la glocal y lo que implica a nivel masivo. Es indispensable trabajar desde la identidad y para la identidad si queremos superar la masificación que intercepta el acontecer creativo, no quiere decir encapsularse en la aldea, sino tener conciencia de la voz desde donde se emite el discurso para no caer en un discurso neutro, más de lo mismo, porque de eso ya tenemos bastante.

H.H.M.: Sucintamente, te puedo decir que la construcción del lo que se ha llamado mercado cultural ha venido a hacer visible el desamparo económico y civil de los artistas, en especial los escritores. En Chile existen becas y algunos premios, pero por la cantidad de autores se hacen escasos como reconocimiento e incentivo, porque eso es más que todo una distinción: un estí­mulo para seguir así­ o justamente para hacer todo lo contrario.

3. ¿Qué expectativas tienes para el Primer Festival de Poesí­a Paí­s Imaginario?

A.M.: Lo más importante es encontrarme con otros poetas que andan en búsquedas similares o análogas a la que yo llevo, hacerse familia desde un contacto crí­tico entre diversas experiencias estéticas: enriquecerme. Un festival como Paí­s imaginario debe fortalecer la red, la comunidad imaginaria que estamos inventando en América Latina, y para mejorar debe crecer y ser siempre móvil, ser un verdadero festival itinerante que le permita consolidarse como el campamento para las nuevas dicciones con que queremos dejar rastro de nuestros constantes colapsos y de nuestros sueños, así­ sean turbios…

J.H.: La naturaleza del festival Paí­s Imaginario es la unión de voces, que poseen registros diferentes en el trabajo creativo. Un rasgo caracterí­stico es la movilidad del lenguaje, como si se hubiesen comprendido que la poesí­a es un acto constante de devenir. Las fronteras se han disipado no solo en el sentido geográfico sino del texto poético. Zignos ha emprendido una labor ambiciosa y utópica, como el mismo nombre lo dice, pero posible. Por algunos dí­as, Lima se convertirá en un escenario móvil de poéticas representativas de América. Una de las crí­ticas que siempre se han realizado sobre los festivales es la centralización de las lecturas, donde Lima es el único punto. Se deberí­a crear mecanismo de descentralización, donde se involucre realmente a la ciudad, y no sea un encuentro turí­stico de escritores en ciudades del interior del paí­s. Creo que los poetas que han emprendido este festival poseen las cosas más claras, respecto a esta deficiencia.

J.M.B.: Que la poesí­a ocupe un lugar no sólo en los imaginarios sino también en los territorios. La no alienación es también no alineación… un crédito por las alternativas de fortificar una zona: si hay gente que escribe poesí­a, si se publican libros de poesí­a, si se hacen festivales de poesí­a que convocan a personas de lugares distintos, eso crea una zona y confirma la silenciosa existencia de los lectores. En un sistema donde la promoción de lo humano es hegemónica en torno a valores de mercado la poesí­a siempre va a alzarse como una voz que hace y dice otra tierra posible de ser imaginada.

HHM: Todo festival poético es un triunfo a las economí­as dominantes, a las moralinas burguesas, al silenciamiento cultural. Me alegra mucho que Perú sea el anfitrión de este festival tan importante, tal como será México con «El vértigo de los aires» ahora en octubre o «Latinale» en Alemania. Nosotros hemos hecho dos festivales en Santiago, «Poquita fe» y este próximo año esperamos hacer el tercero con todo el cariño, la fraternidad y la amistad de los poetas latinoamericanos.