Los tambores se preparan para lanzar su sonido armonioso, mientras bailarinas menean sus cuerpos al ritmo que se impone, el candombe.
Estos tambores suenan fuertemente en el Carnaval del Uruguay, cuando se acercan Las Llamadas por los barrios Sur y Palermo, donde convive el grueso de la colonia de afrodescendientes, en un ritual que se repite año a año desde los albores del siglo pasado. El Carnaval comienza el viernes con el desfile inaugural de comparsas, murgas y humoristas y las Llamadas están previstas para la primera quincena de febrero.
El destacado artista plástico uruguayo Carlos Páez Vilaró, quien mezcla en su paleta de colores el sabor de la escritura, refleja en su nuevo libro «Las LLamadas… al sur del Candombe» todo el ritual que desemboca en esa fiesta, donde las comparsas, luciendo sus mejores galas, agitando sus banderas y golpeando frenéticamente los tamboriles, compiten por ser los mejores.
En sus 88 años, Páez Vilaró participó durante 60 en ese desfile del Carnaval reservado para Las Llamadas, el método africano de pasarse «llamados» a través de sus selvas y «naciones».
«Cuando en los inicios de mi pintura, recorriendo Montevideo crucé frente a la arcada del conventillo ‘Mediomundo’, lejos estaba de intuir que se transformaría en mi mundo entero. Era una antigua casona torcida de hombros, con ese color que da la antigí¼edad. Tenía su frente rosada, estaba matriculada 1080 tatuado en la espalda y sus paredes estaban marcadas por cicatrices azules», comienza diciendo el artista en él prólogo del libro de próxima publicación, y del cual el mismo artista le dio un ejemplar por adelantado a The Associated Press.
El texto de 241 páginas, escrito en español, inglés y portugués, está acompañado de decenas de fotografías que muestran distintos aspectos de Las Llamadas y el candombe. Ambas cosas dejaron de ser exclusividad de los negros para que blancos tomaran parte y a éstos, con sus pinturas o máscaras y repicando sus tambores, se les llama «lubolos».
El Mediomundo, un conventillo ubicado en el centro montevideano, fue derruido durante el período dictatorial entre 1973-1985, perdiendo la capital un símbolo que centraba la atención, con sus vetustas y habitaciones de corto tamaño donde convivían decenas de familias, y sus tambores siempre listos para que con una pequeña fogata se templaran los cueros para darle la debida sonoridad.
En ese conventillo, fue donde realmente Páez Vilaró inició su carrera de pintor, compartiendo esa vida con sus moradores, la mayoría de raza negra.
«Empujado por mi curiosidad y seducido por un barullo musical que alcanzaba la vereda, me tropecé de golpe con una montonera de tambores desbocados que escribían el prólogo de la Navidad. Los tocadores embebidos en el ritmo tocaban excitados mirando hacia la nada mientras su cadencia sincopada se mezclaba con el ladrido de los perrores callejeros», escribe el artista.
Páez Vilaró, encandilado y estudioso de los temas africanos, ya editó «Cuentos de Africa», dedicado a Nelson Mandela; «Mediomundo», con prólogo del escritor argentino Jorge Luis Borges; «La casa del negro», «Candombe», «En el despertar de Africa», «Bahía», «Entre colores y tambores», «Las Llamadas», «Cantos de Comparsa», «Albert Schweitzer en la tierra de los Galoas» y «I miss you Mediomundo», editado en Nueva York. Como artista plástico ha recorrido el mundo africano, pintando murales y realizando exposiciones.
En «Las Llamadas… al sur del Candombe», con cada foto alusiva Páez Vilaró inserta una leyenda, como la primera donde se observa a una muchacha alistándose y que titula, «Esperando el arrancón».
En otra, junto a un vestuario femenino una bailarina examina las prendas y dice, «Como prólogo de la caminata, nacen los colores de la coquetería». Y en una de un grupo de tamborileros dice, «Venían desde la costa acompañando el viento del sur».
Al final del prólogo, Páez Vilaró convoca a participar del «disfrute de este concilio de tambores nacido en la madrugada de la historia».