A los guatemaltecos nos agrada, fascina y subyugan las polémicas, las discrepancias retóricas, las discusiones estériles o las controversias históricas que en muchas ocasiones han conducido a la polarización entre dos bandos, porque ¡ay de aquél! que con ciega locura pretenda hacerse el baboso o permanecer ajeno a los antagonismos ideológicos, sobre todo si es fogueado periodista de opinión, ingenioso analista político o astuto dirigente social.
El más reciente y notorio asunto es el referente a la abortada sentencia del general Ríos Montt, a quien inicialmente el tribunal a cargo de ese caso judicial lo sentenció a 80 años de prisión por el cargo de genocidio. Al conocerse el fallo se armó un alboroto multiétnico, plurilingüe y multicultural que casi nadie se quedó mudo porque la mayoría de compatriotas opinó a favor o en contra de ese veredicto, ya sea confirmando o negando que en Guatemala haya ocurrido ese crimen colectivo durante la guerra interna.
Como las olas estaban tan encrespadas y a punto de estallar un severo conflicto de consecuencias insospechadas y los grupos conservadores que se olvidaron de sus diferencias y se unieron “graníticamente hoy más que nunca”, como suelen decir voceros militares cuando un problema incumbe al Ejército, o portavoces de cualquier agrupación política las veces que el tema les atañe, dispusieron elevar el caso a consideración de la divinizada Corte de Constitucionalidad, que no ha emitido la resolución final tan esperada; pero dejó en suspenso la sentencia que tuvo olor a victoria para los sectores del centro a la diestra, desde los cultivados hasta los ultraderechistas.
Los izquierdistas, incluyendo a grupos moderados, a organizaciones civiles progresistas y a radicales con resabios marxistas no aceptaron resignadamente la ambivalente postura de la celestial CC, por supuesto, e insistieron en plantear sus argumentos, en espera de que una Sala de Apelaciones dirima un conflicto jurisdiccional que quema las manos a los magistrados.
Ante ese riesgo, diputados del Honorable no se quedaron quietos y temiendo por el futuro de sus aliados uniformados, sus financistas oligárquicos y parientes queridos, salieron a relucir con talentosos conocimientos y sacándose de la ancha y frondosa manga de la honda demagogia emitieron un determinante, histórico e inédito punto resolutivo que declara sin ambages que en Guatemala no hubo genocidio.
Ante tan fulminante epílogo, que pretende terminar con el debate sobre ese espinoso tema, desde este ignorado espacio les sugiero, recomiendo, solicito y hasta reclamo a los padres de la patria emparentados con la madre postiza de los guatemaltecos, que aprueben otros tres puntos resolutivos para poner fin a la discordia prevaleciente sobre sendos hechos históricos que también han dividido a los guatemaltecos cuando se aproximan sus efemérides: Uno, América no fue descubierta por Cristóbal Colón; Dos, Guatemala fue subyugaba pacíficamente por España, y, Tres, no existieron los próceres de la Independencia ni hubo 15 de septiembre de 1821.
(El historiador Romualdo Tishudo asienta: -Mediante vibrantes puntos resolutivos la historia hemisférica, pero más puntualmente la guatemalteca comenzará de la nada. Para algo ha de ser útil el Honorable).