Richard Martínez dice que nunca se propuso ser un abanderado de la lucha contra la proliferación de armas y que no le interesa quitarles sus rifles a los cazadores. Después de todo, él fue uno de ellos.
Pero se propone hacer todo lo que esté a su alcance para evitar que las armas caigan en manos de gente que las usa para hacer matanzas en masa, como la que les costó la vida a su hijo de 20 años y a otros cinco estudiantes de la Universidad de California en Santa Bárbara.
Martínez, un abogado penalista de 60 años, quedó en el centro del debate en torno a las armas cuando se presentó sin ser invitado a una conferencia de prensa de un jefe policial tras la matanza del 23 de mayo y responsabilizó por la muerte de su hijo Christopher Michaels-Martínez a «los políticos pusilánimes e irresponsables» que se niegan a sancionar leyes que restrinjan la venta de armas.
«Se habla mucho del derecho a tener armas. ¿Qué hay del derecho de Chris a vivir?», preguntó. «¿Cuándo se le va a poner fin a esta locura?».
El jueves Martínez, visiblemente fatigado, dijo que casi no había dormido desde el domingo, el día del tiroteo, y que se había pasado todo el tiempo planificando el funeral de su hijo y recibiendo llamadas de todo el mundo. Organizaciones noticiosas de Canadá, Gran Bretaña y Australia pidieron entrevistarlo. Otras personas simplemente querían expresarle su pesar.
«Les digo, ‘miren, no necesito su lástima. Lo que necesito es que hagan algo»’, expresó Martínez durante una larga conversación telefónica con la Associated Press.
Agregó que la gente debería exhortar a los políticos a que empiecen a hablar seriamente sobre cómo restringir la disponibilidad de armas potentes, semiautomáticas.
Agregó, no obstante, que cree que las personas responsables tienen derecho a poseer armas para cazar, practicar tiro al blanco y para su propia defensa.
Luego de completar la secundaria, Martínez ingresó al ejército y sirvió siete años como policía militar en Alemania. Reveló que en una ocasión tuvo que sacar su arma para poner fin a una disputa doméstica.
«Estaba listo para usarla de ser necesario», aseguró.
Martínez, sin embargo, dijo que no entiende la proliferación de armas poderosas, semiautomáticas, en la sociedad estadounidense.
«¿Cómo se explica que un chico con problemas termine en poder de 400 proyectiles y de tres pistolas semiautomáticas?», preguntó.
La policía cree que el supuesto autor de la matanza Elliot Rodger, de 22 años, se suicidó de un tiro luego de estrellarse con su vehículo en momentos en que la policía se acercaba.
Martínez dijo que como abogado estuvo en contacto con gente acusada de cometer delitos con armas. También representó a los padres de un joven con trastornos mentales que no recibió atención adecuada en los centros de salud públicos.
Por eso dice que no responsabiliza a los padres del asesino de su hijo.
«No voy a escribir un libro ni voy a demandar a todo el mundo», expresó, diciendo que ese tipo de actitudes lo único que harían sería empañar el recuerdo de su hijo.
«Lo único que quiero es que otra gente no tenga que pasar por lo que estoy pasando yo».
Un individuo armado comenzó a disparar indiscriminadamente cerca de la Universidad de California, en Santa Bárbara, y mató a seis personas antes de ser abatido. A continuación las historias de cada una de las víctimas, todas las cuales eran estudiantes de la universidad.
WEIHAN WANG
Un amigo de la familia dijo que Wang, quien se hacía llamar David, y otros dos estudiantes que compartían un departamento del complejo Isla Vista con Elliot Rodger pensaban mudarse porque no se llevaban bien con él.
«Escuchaba siempre música con alto volumen en medio de la noche», sostuvo Sherry Fang en declaraciones a KNTV-TV el lunes. «Se quejaron al administrador del edificio y dijeron que se iban a mudar».
«Generalmente no hablan entre sí», expresó la madre de Wang, Jinshuang «Jane» Liu, al mismo medio. «No tienen mucha relación».
La mujer dijo que su único hijo debía pasar el verano en la casa de la familia en Fremont, irse de vacaciones con la familia al Parque Nacional Yellowstone y festejar sus 21 años en julio. La estación indicó que el padre, Charlie Wang, solo atinaba a permanecer en la puerta de la casa, abrazando a su esposa y sollozando.
Wang y sus padres vinieron de China hace diez años. Hizo la secundaria en la Fremont Christian School y estaba estudiando ingeniería de computadoras en UC en Santa Bárbara.
Liu dijo que su hijo era «una dicha para la familia», alguien que aprobó con muy buenas notas los exámenes de la universidad y jamás se pavoneó.
«Daría mi vida para que él volviese», expresó. «Estoy destrozada. No se imaginan lo que sufre una madre».
CHENG YUAN HONG
Hong tenía 20 años y era conocido como James. Pasó su infancia en Taipei y estudiaba informática, según su página de Facebook.
Sus amigos dicen que era un estudiante brillante y muy dedicado, siempre dispuesto a ayudar a otros.
«Le sonreía a todo el mundo», dijo Han Chou, quien conoció al joven en la Universidad de California.
Hizo la secundaria en la Lynbrook High School de San José. Su profesor de actuación lo recuerda como una chico tranquilo, que disfrutaba trabajando tras bastidores para facilitar el lucimiento de sus compañeros.
«James era un chico tímido, tranquilo, gentil, dulce, generoso y muy respetuoso», le dijo Laurel Cohen al San José Mercury News del lunes. «No era fácil hacerlo hablar. Pero recuerdo su seriedad, su convicción, su honestidad y, sobre todo, su sonrisa. Iluminaba la sala».
Las autoridades dicen que Hong fue uno de los tres jóvenes encontrados muertos en el departamento de Rodger.
En enero Rodger acusó a Hong de robarle tres velas, valuadas en 22 dólares, según Joyce Dudley, procurador del condado de Santa Bárbara.
Cuando Hong le dijo que no sabía dónde estaban las velas, Rodger llamó a la policía y los agentes encontraron las velas junto a la cama de Hong. Fue detenido y acusado de una infracción menor.
El incidente fue uno de tres contactos que tuvo Rodger con las autoridades antes de la matanza.
GEORGE CHEN
Sus padres visitaron un improvisado memorial en homenaje a su hijo, Hong y Wang en Isla Vista el lunes por la noche. Le dijeron a KABC-TV que el condado debía tener leyes más severas sobre la venta de armas para evitar matanzas de este tipo.
«Nosotros podemos morir cien, mil veces, pero no queremos que nuestros hijos sean lastimados», afirmó la madre de Chen, Kelly Wang, entre sollozos.
Un amigo de la familia dijo que Chen, de 19 años, era una persona sensible a la que le gustaba trabajar con los niños.
«Era un chico muy bueno, muy inteligente», expresó Sherry Shih al San Francisco Chronicle del lunes.
Chen también estudiaba informática. Era de Ottawa, Ontario, y cursó la secundaria en la Leland High School de San José.
KATHERINE BREANN COOPER
Su amiga Courtney Benjamin dijo que Cooper, quien tenía 22 años, era una pintora extrovertida. Se la conocía como Katie y estaba a punto de completar el ciclo básico de la universidad con un título en historia.
«Decía que era una princesa y eso me encantaba de ella», dijo Benjamin.
Andrew Notohamiprodjo fue maestro de Cooper en un salón de baile hace tres años y luego fue su supervisor. «Era muy divertida», comentó.
Cooper hizo la secundaria en la Ruben S. Ayala High School de Chino Hills.
CHRISTOPHER ROSS MICHAELS-MARTINEZ
Michaels-Martínez, de 20 años, estudiaba inglés en Los Osos, California. Era hijo de un abogado y de una subprocuradora de San Luis Obispo y pensaba vivir un año en Londres y cursar abogacía a su regreso, indicó su padre Richard Martínez.
«Fue un gran chico. Pregúntele a cualquiera que lo haya conocido», manifestó el sábado a periodistas.
Amigos de Michaels-Martínez dijeron que era un buen muchacho que le abría las puertas de su casa incluso a extraños.
VERONIKA ELIZABETH WEISS
Weiss, de 19 años, cursaba el primer año. Era oriunda de Westlake Village, California.
Su padre Bobby Weiss le dijo al Los Angeles Times que su hija era una muchacha fue hizo cuatro deportes en la secundaria Westlake High School: cross country, béisbol, natación y water polo, al tiempo que descollaba en los estudios, sobre todo en matemáticas.
«Quería ser un genio de las finanzas y resolvía complicados problemas matemáticos», expresó el padre al diario del domingo.
«No hubo un solo día en el que no me sintiese orgulloso de ella», agregó.
Un hombre armado con una escopeta abrió fuego el jueves en un edificio de una pequeña universidad en Seattle, matando a una persona e hiriendo a otras tres antes que un estudiante lo sometiera con aerosol de pimienta mientras trataba de recargar el arma, indicó la policía local.
La policía sostuvo que un estudiante a cargo de la supervisión de un edificio de la Universidad Seattle Pacific desarmó al hombre y otros alumnos lo sujetaron hasta que llegaron los policías al edificio Otto Miller.
Un joven de 19 años falleció en el hospital y una mujer de 20 años gravemente herida fue llevada a la mesa de operaciones, informó Susan Gregg, vocera del Centro Médico Harborview. Un hombre de 24 años y otro de 22 están en buen estado. Ninguna de las víctimas ha sido identificada y uno de los hombres no estaba herido de bala.
Las autoridades dicen que un hombre fue arrestado. Ninguna de las víctimas en el hospital estaba detenida, según Gregg.
El tiroteo del jueves por la tarde ocurre una semana antes que termine el curso escolar y la situación fue particularmente tensa después que la policía reportó en un principio que buscaba a un segundo sospechoso. Poco después informó que nadie más estaba involucrado.
La universidad cerró sus instalaciones durante varias horas y alertó a los estudiantes y personal que permanecieran adentro. Algunos de los alumnos realizaban exámenes finales en el mismo edificio donde ocurrió el tiroteo.
Cerca de 4.270 alumnos asisten a esta universidad privada cristiana, que fue fundada en 1891 por la Iglesia Metodista Libre de Norteamérica. Su campus de 40 acres está en una zona residencial ubicada a unos 10 minutos del centro de Seattle.
David Downs, un estudiante de 22 años que se gradúa la próxima semana, dijo que abandonó el campus 30 minutos antes del incidente.
«Me resulta increíble que esto pueda suceder en nuestro campus. Es lo último que pensé que podría pasar aquí», dijo. «Pone las cosas en perspectiva. Todo puede suceder, incluso en un pequeño campus cristiano».
El incidente sucede luego de un aluvión de tiroteos recientes en campus universitarios o en sus cercanías.
El mes pasado, según la policía, Elliot Rodger mató a seis personas e hirió a otras siete antes de suicidarse de un tiro en una matanza en Isla Vista, California, cerca de dos universidades.
Siete personas murieron y tres sufrieron heridas cuando un ex estudiante de 43 años abrió fuego en una pequeña escuela cristiana, la Universidad Oikos, en Oakland, California, en 2012. Un hombre armado mató a cinco personas e hirió a 18 al disparar en una sala de conferencias de la Universidad Northern Illinois en 2008.
En 2007, un total de 32 personas fueron asesinadas a tiros en un dormitorio y un salón de clases en el Tecnológico de Virginia en Blacksburg antes de que el agresor, Seung-Hui Cho, se suicidara.