Al margen de la imagen de paraíso que ofrecen sus playas de arena fina y sus aguas transparentes, los recientes disturbios en Tonga demostraron que las islas del Pacífico, pobres y a menudo políticamente inestables, son escenario de insurrecciones repetidas que preocupan a las potencias regionales.
Después de las islas Salomón, Fidji y Timor Oriental, el minúsculo archipiélago de Tonga (110.000 habitantes), el último reino del Pacífico sur, fue el que cayó la semana pasada en la violencia.
Disturbios protagonizados por jóvenes dejaron ocho muertos. El centro de la ciudad de Nuku’alofa fue casi completamente destruido por los amotinados, que reclaman la abolición del sistema semifeudal vigente en el archipiélago.
Australia y Nueva Zelanda enviaron más de 150 soldados en una fuerza conjunta, a pedido de las autoridades de Tonga.
Aunque minúsculas, estas islas tienen un interés estratégico que va más allá de sus vecinos australiano o neocelandés.
Este año, China y Japón iniciaron conversaciones con todos los dirigentes de los Estados del Pacífico.
El lunes, al margen del Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC) en Hanoi, Helen Clark, la primera ministra de Nueva Zelanda, declaró que el presidente estadounidense George W. Bush también deseaba reunirse con ellos el año próximo.
Tal como ocurrió en Tonga, los disturbios que se produjeron en abril pasado devastaron Honiara, la capital de las islas Salomón, un país que figura entre los más pobres del planeta y que sufre una inestabilidad política crónica.
En mayo se produjeron actos de violencia política en Timor Oriental, mientras que un conflicto entre el ejército y el gobierno hizo temer este mes un nuevo golpe de Estado en Fidji, donde ya hubo tres desde 1987.
Detrás de las playas magníficas, la pobreza y la falta de recursos naturales alimentan la violencia, así como el desempleo y el fracaso de los dirigentes políticos en mejorar la cosas, según destacó Malcom Cook, director del departamento Asia-Pacífico del Instituto Político australiano Lowy.
Damien Kingsbury, un universitario australiano, rechaza de su lado los argumentos de su primer ministro, según el cual estos Estados insulares son demasiado pequeños para ser viables.
En la opinión de Kingsbury, esos países pueden ser viables si «las expectativas no son demasiado ambiciosas». El turismo y la pesca, a su entender, si son bien administrados, constituyen, junto con el recurso de la energía solar, sectores prometedores para esas islas.